Arte

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Levantarse por las mañanas sin inspiración o ganas de continuar con la rutina que sin darse cuenta había creado era lo que desganaba últimamente al pelinegro.

Dejar que su mirada viajará por la habitación buscando la inspiración que necesitaba.

Su sala, habitación y cuarto de trabajo era todo un desastre y empeoraba día con día, el desorden era más, cada vez, pilas de cuadros terminados, otros sin llegar a formar una figura, u otros en blanco, pintura de un lado a otro, pequeñas manchas en el suelo.

¿Desde cuándo su aseada casa había terminado en un desastre?.

Oh claro aquella noche, donde como idiota cayo en los encantos de aquel simpático pero irritante chico, su sonrisa, presencia, todo en el era molesto.

Frunció ligeramente su entrecejo, era conciente que debía limpiar el desastre que tenía en el lugar que se suponía que era su hogar.
Tenía que hacerlo pero sus ganas eran pocas, ¿Cuando fue la última vez que logro hacer un cuadro?, Quizás hacia unos meses.

¿Por qué derrepente su bloqueo mental?, Chasqueo su lengua, camino hacia la cocina en busca de algo para desayunar.
Una taza de café espeso, con poca azúcar y un pan dulce fue su desayuno. Su mirada se perdió en la ventana donde se podía ver a la gente agetreada de un lado a otro, vivir en la capital del país era todo un problema aveces, había ruido, accidentes de tránsito, vandalismo, problemas que en cualquier país encontraría.

Alzó sus cejas en sorpresa cuando su mirada capto la imagen que necesitaba, en su cabeza parecía todo encajar, recuerdos más claros venían, atormentandolo de golpe.

Dejó la taza sobre el mesón, se cruzó de brazos analizando a aquel chico rubio parado con una divertida sonrisa, saludando a quien pasaba frente a él. En su mano llevaba una pelota de voleibol, y a su costado de encontraba otro chico más pequeño que el en estatura.

Ese era, ese era el chico con el que se había acostado meses atrás, el era el dueño de su desastre, el era el culpable de su bloqueo, el tenía la intención de robarle la atención e inspiración.

Corrió con torpeza al taller donde trabajaba, con el trajo un par de pinceles, un lienzo y colores.

Alcanzo uno de los pinceles comenzando a trazar líneas, como si conociera a la perfección aquel rostro sonriente, que poco a poco fue tornándose inexpresivo.

Las manchas sobre su camisa blanca era lo que menos le importaba en ese momento, su atención iba y venía hacia aquel chico, mientras seguía trazando líneas.

El piso de su departamento no era uno de los más altos, quizás el cuarto o tercero, podía verse bien desde arriba como también desde abajo hacia arriba.

Su mano dejo de trazar las líneas cuando la mirada tan fría y poco demostrativa del rubio le miraba con detenimiento, su mirada de inmediato se apartó, alcanzo la taza de café y le dio un sorbo finjiendo que era ageno a lo que sucedía afuera de su casa.

Pocos minutos después volvió su atención fuera del departamento, había perdido de su alcance al chico, ya no podía verlo entre la multitud.

Soltó un suspiro resignado cuando ya no le encontro. Volvió su mirada al lienzo frente a él, no había hecho mucho pero ya era un comienzo.

Aquella mañana continuo con su desayuno.

Esa mañana fue el inicio de su nueva rutina.

Día tras día sin falta despertaba temprano con la esperanza de ver al rubio, habían días en los que lo veía sonreír como otros en los que lo encontraba triste, molesto, disgustado, avergonzando.

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