cᴀᴘιтuʟo uɴιco

105 8 5
                                    

No sé que hecho, simplemente surgió de una conversación

Disclairmer: Los personajes no me pertenecen. Aph India es propiedad de Himaruya y Aph Argentina es propiedad de Rowein

┣━━━✪━━━┫

El rubio estaba a punto de subir al avión, el presidente le estaba hablando antes de que partiera hacia su destino en el sudeste asiático.

-Bien, Martín, por último y lo más importante -tomó al contrario por los hombros -ni se te ocurra comer asado -con este último consejo, acompañó al joven de ojos verdes hasta embarcación, le dió un par de palmadas en la espalda como muestra de apoyo y se retiró.

Apenas subió al avión, el argentino buscó su asiento y se dispuso a tocar todo lo que tenía enfrente desde los porta vasos hasta la más extraña función de la tableta frente a él. Al terminar la revisión de todo eso, se recostó en el asiento y se durmió rápidamente.

Se despertó cuando una azafata lo movió levemente. En cuanto abrió los ojos, se limpió la saliva que le chorreaba de la boca, se acomodó el pelo con ambas manos y le sonrió a la mujer.

-Señor Hernández, hemos llegado a la India -le avisó la chica.

El rubio asintió y se paró de un salto, salió casi corriendo del vehículo y fue en busca de su maleta. Con su equipaje rodando de manera descuidada por el suelo del aeropuerto, buscó con la vista al representante del país.

Sintió una mano sobre su hombro y se giró enseguida.

-¡me asustaste pelotudo! -fue lo primero que logró soltar.

-¿Martín Hernández? -el indio ignoró el grito del sudamericano.

-¿ah? Ah, sí. Vos sos Neeraja Patel ¿No? -preguntó, haciendo su mejor intento por pronunciarlo bien.

-Sí -el asiático se dirigió fuera del establecimiento -sígueme, iremos a mi casa.

El rubio caminó detrás del anfitrión. Llevaba la valija a la que le daba una mirada de vez en cuando y una mochila en el pecho con cosas más personales. Pasados unos minutos, ya estaban en el estacionamiento del lugar, frente al auto de su compañero.

Luego de que ambos hubieron subido, el dueño arrancó el auto. Mientras tanto, el argentino tocaba todos los botones hasta que el otro le decía que no hiciera eso, y en cuanto se descuidaba, volvía a los botones.

Al llegar a la casa del indio, este quería sacar a patadas a su acompañante del vehículo. Intentó calmarse para después bajar del auto y abrirle la puerta al otro.

-y esta de aquí es Naisha -señaló a una vaca que caminaba tranquilamente por el patio -bueno, eso sería todo, voy a la cocina, has lo que quieras -dejó al americano solo.

-si, si, no pasa nada -no podía sacar la vista del animal.

Se notaba que tenía una buena cantidad de grasa, que al cocinarla le daría un increíble sabor a la carne. Era fácil ver, también, que el bicho no sé movía mucho, por lo que su carne no sería tan dura a la hora de comer.

Se limpió la baba que le salía de la boca y se acercó al animal. Sacó un cuchillo en su envoltura de cuero y lo apoyó sobre el cuello de la vaca, pasando un brazo al rededor de este.

-a ver nena, esto no es nada ¿sí? Está todo bien, todo tranqui -buscaba calmarla.

De una sola vez, pasó el cuchillo, cortando al animal y dejándolo desangrarse. Se iba a hacer alto asadito con eso.

-Martín, ya está la comida -el hindú entró al patio y se encontró con la escena, corriendo enseguida hacia el animal sagrado -¡Naisha! ¡Naisha, por favor, despierta! -se abrazó a la vaca llena de sangre.

En pocos minutos se escuchó la sirena de la policía, quienes entraron rápidamente al edificio apuntando al rubio con sus armas.

-Martín Hernández, queda detenido por asesinar a la vaca -antes de que el argentino reaccione ya lo tenían esposado y lo llevaban a la patrulla.

-¡Che, pará! Tengo una llamada -se quejó.

Ya en la comisaría más cercana, le ofrecieron un teléfono para hacer la llamada. Probablemente porque no podían seguir soportando los gritos del chico.

Marcó un número que sabía de memoria.

-¿Hola? -respondieron al otro lado de la línea.

-Albertooo, mi presi favorito -comenzó a hablar el detenido.

-¿Martín? ¿Ahora que hiciste? -reconoció el tono en la voz de su compatriota.

-¿Me pagás la fianza? -silencio del otro lado -¿por favor? -

-¿por qué estás preso? -el hombre suspiró.

-bueno... había una vaca y una cosa llevó a la otra y... asado -explicó nervioso.

-Martín, ¿Qué fue lo que te dije de las vacas? -preguntó cansado -ya te mando la plata.

vacaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora