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Caminar sin rumbo. Pensar cuando estás en blanco. Vivir sin razón ninguna. Esos eran los sentimientos que se apoderaban de mi diariamente. Desde temprana edad ya empecé a sufrir emocionalmente por pequeñas cosas que me sucedían, me sentía mucho más vulnerable a los demás. Quizás lo era, pero nunca encontré respuesta a ello. Mientras más crecía peor me sentía, no solía tener a mucha gente a mi alrededor y no contaba con mis familiares para hablarles de mis problemas. Principalmente ayudaba a los demás con sus propios problemas, aunque fueran pequeñas cosas.

Al entrar al instituto no tuve problemas con la gente, tenía algunos amigos pero aún así yo me sentía sola por dentro. Era como si el hecho de que fueran mis amigos no me hacía sentirme mejor por dentro o no me hacia no sentirme sola, no podía contar con ellos. No porque fueran malas personas, si no por el hecho de que nunca me había apoyado en alguien. Sentía que si alguna vez lo haría no lo tomarían en serio o simplemente no le darían importancia. Ese dolor de sentir que no podía contar con nadie empezó a hacer efecto.

En el instituto solía pasar la mayoría del tiempo con una sonrisa o hablando con mis compañeros. Había veces que si reía al estar con ellos, pero ese dolor seguía ahí.

Escondía mis sentimientos delante de los demás.

En mi casa las cosas no mejoraban mucho más.

Mis padres desde que era pequeña no han sabido estar juntos y criarlos juntos, por lo cual mi madre se encargó de mí y mi hermana mientras mi padre trabajaba. Había peleas constantes y al principio me afectaba ya que lo veía como algo muy grave, pero con el paso del tiempo deje de darle importancia ya que en muchos hogares pasan cosas similares.

Al crecer creo que mi madre empezó a notar que no me estaba sintiendo muy bien. Alguna vez que otra me había pillado llorando en mi cuarto, pero siempre inventaba una excusa tonta como que había tenido una pelea con una amiga o cosas por el estilo.

En cambio mi padre aunque lo notara pasaba por completo ya que para él era más fácil hacer como si no sucediera nada, no le gustaba complicarse.

Un verano de tantos comencé a cortarme. Antes de ello había escuchado a gente de mi escuela hablar sobre ello, realmente lo que hacían eran pequeñas heridas o heridas que les habían hechos sus mascotas y dramatizar dramatizarlo todo. Me parecía muy infantil y que no se tomaban en serio las cosas realmente importantes.

Tiempo después me ahogaba en mis propios problemas y comenzaba a ponerme nerviosa. Buscaba el cortarme como una salida, una forma de sentirme mejor conmigo misma. Sentía que era lo que merecía. No busque el matarme, no tenía valor para ello, simplemente me desahogaba.

Con el tiempo mi madre vio que dejaba de tener amigos o que no solía salir a la calle los viernes como otros adolescentes.

Me trataba de antisocial y amargada. Mis notas nunca llegaron a bajar, pero aún así solo llegaba a mirar lo malo en mí.

Lo daba todo por perdido. No veía la forma de que algo cambiara.

Pero ella me enseñó algo diferente.

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Hola :3
Bueno la verdad es que me siento un poco insegura con esta historia pero espero que les haya gustado
Hasta el próximo capítulo
























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