3| Que alguien me despierte

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«¡No puede ser! ¡Otra vez no!».

Reconocía los gritos, el terror que no me pertenecía pero se hacía mío, ese olor a dolor y putrefacción. Después del ruido y la explosión, todo permanecía en completo silencio. Cuerpos a mis pies destrozados y cubiertos de sangre por todos lados. Había un par de desconocidos que, como yo, no paraban de dar vueltas entre los escombros y el fuego y por la expresión de sus rostros debían estar gritando pidiendo auxilio a pleno pulmón.

Yo no oía nada. Debía de haberme quedado sorda. Otra maldita vez.

—¿Qué demonios es esto? ¿Dónde estamos? —me volví hacia la única voz que era capaz de oír. Aliviada en parte porque si él se encontraba allí significaba que mi pesadilla solo era eso, un asqueroso sueño.

—El recuerdo del peor día de mi vida —le contesté escuetamente, buscando desesperada con la mirada un cuerpo entre las personas que permanecían inconscientes a mis pies.

—¿Sabes que no es real, verdad? —noté su mano posándose en mi hombro en un estúpido intento de hacerme entrar en razón.

Había vivido demasiadas veces esa pesadilla como para saber que todo lo que intentara era en vano. Siempre pasaba lo mismo, nunca cambiaba. Por más que lo intentara era incapaz de alterar el orden de los recuerdos.

—¡Para mí lo es! —le grité, desasiéndome de su mano de un tirón brusco y corriendo como buenamente podía hacia el final del túnel del metro.

Lo único en lo que podía pensar era en esa luz que parecía abrirse paso hacia nosotros y en cómo tenía que llegar hasta alguien que pudiera ayudar a Arthur. Mi Arthur.

—Espera un momento —gritó Jeung tras de mí. Un segundo después pude escuchar sus pasos a la carrera intentando alcanzarme—. ¿La estación de Edgware Road? ¿Estamos en Londres?

—Ayúdame a encontrarlo, Jeung, por favor. Tiene que estar por aquí en algún sitio —mi voz sonaba desesperada, lo sabía, pero me daba igual—. ¡Arthur! ¿Arthur me oyes? ¡Aguanta cariño, la ayuda viene de camino!

—¿Quién es Arthur, Tessa?

—¡Mi marido! Tiene que estar debajo de todas estas piedras. Ayúdame, no te quedes ahí parado como un idiota. Ayúdame a mover las piedras antes de que se quede sin aire. Le falta poco, puedo sentirlo. Aguanta, cariño.

Desesperada, me tiré al suelo y empecé a escarbar entre los escombros, temerosa de lo que estaba a punto de encontrarme.

—No eres Tessa, ¿quién eres?

—Deja de decir estupideces y ayúdame, maldita sea —una piedra más. Solo una más.

—Escúchame —Jeung me agarró de los brazos y con fuerza me obligó a ponerme de nuevo en pie y a mirarlo directamente a la cara—. Esto no es real, ¿lo entiendes? No sé quién eres ni qué se supone que estás haciendo aquí, pero tienes que recuperar el sentido común para que salgamos de esta pesadilla. Hay cosas importantes de las que tenemos que hablar.

«¿Cosas importantes de las que tenemos que hablar? ¿Más importante que encontrar a mi marido? ¿Que intentar ayudar a toda esta gente? ¡Ayuda!».

—Además, estás sangrando —me tocó el costado y luego me puso la mano delante de los ojos. Estaba completamente roja.

Yo no sentía nada.

—Será mejor que me sueltes —susurré, harta de su actitud e intentando mantener la rabia que sentía bajo control.

—Tessa, esta no eres tú. ¿Cuántos años tenías en el 2005? ¿Siete? ¿Seis? ¿Cómo ibas a tener un marido? Mírate.

Mutados. El despertar de Tessa ✔  [TERMINADA 1 PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora