Capítulo I

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Me llamo Fernanda Martinez y tengo 15 años, hoy es un día más del año pero no cualquiera, es el último día de clases, como siempre me levanto a las 6 a.m para asistir a clases y el furgón escolar sigue pasando tarde y sigo llegando tarde a clases.

(En el colegio)

—¡Hey tú! Willy Wonka— Exclamó un compañero

—N-n-no me llamas así, tengo un nombre y lo sabes— Dije nerviosa y tartamuda

—JAJAJA ¿Y para qué tartamudeas? ¿Tienes miedo? JAJAJA ¡MIREN TODOS! LA BEBÉ TIENE MIEDO— Gritó

—Willy Wonka, Willy Wonka, el mejor chocolate— Cantaron todos

Me sentía completamente un asco, pero daba igual, era así todos los días, ya se transformaba en costumbre eso de la humillación. Suena la campana para ir a recreo y salgo lo más rápidamente posible para que nadie me humille más de lo que estaba.

—¿Por qué me tratan así?.. ¿Qué les he hecho? ¡Dios! soy un ser humano y tengo sentimientos al igual que todos— Me dije a mi misma

Siempre me sentaba en el patio a mirar como jugaban los niños pequeños y me decía como me hubiera encantado ser tan felices como son ellos. De pronto se acercan mis compañeros a jugar al balón y me doy media vuelta para que no notasen que estaba ahí, luego uno de ellos me dice

—Oye Willy, ¡atrápala!— Exclamó

Me di media vuelta y el balón me llegó en todo el rostro, dios me dolía muchísimo y tenía una ganas inmensas de llorar pero como muy a menudo lo hacía me aguanté mis sentimientos y fui corriendo a enfermería.

—Tía, ¿Me podría dar algo?— Le dije

—Dios Fernanda, ¿Qué te pasó ahora?— Me respondió

—Me ha llegado un balón al rostro— 

—Ay Fernanda, que haremos contigo, espera aquí te traeré un hielo para el dolor—

—Aquí esperaré Tía— 

Pasaron 15 minutos y la Tía todavía no llegaba, me dolía demasiado el rostro asique me asomé por la puerta de la enfermería y la Tía estaba coqueteando con el Profesor Jorge. Me fui de la enfermería a clases ya que no seguiría esperando y viendo como ella coqueteaba.

Entré al salón y todos me miraban, tenía el rostro hinchado y rojísimo, me fui a mi asiento sin dirigirle la mirada a nadie. La profesora no me quitó la mirada ni por un segundo y luego se me acercó.

—Fernanda, ¿Podemos hablar?— Me dijo con expresión sensible

—P-p-por supuesto, no hay problema— Respondí tartamuda

La Profesora me sacó del salón y me comenzó a hablar:

—¿Qué te ha ocurrido en el rostro? lo tienes hinchado e rojo— Me dijo

—No me ha ocurrido nada grave, solo me caí— Respondí temerosa

—Fernanda no me mientas, ¿Quién te hizo esto?— Espetó

—Fue N-n-n-nicolás, Nicolás fue— 

—Dios mío, ese Nicolás nunca cambia, luego veré que haré con él, no te preocupes— 

—Bueno, pero no lo rete, al final me lo merecía— respondí con la mirada hacia abajo

—¿Por qué dices qué te lo merecías?—

—Pues, la verdad para ellos soy una especie de niña rara que merece ser tratada así, muchas veces me he sentido miserable por la forma en que me tratan pero ya me he ido acostumbrando, quizás usted no lo sabe pero ellos me llaman Willy Wonka por el simple hecho de tener el cabello corto— 

—¿D-d-de verdad? Fernanda ¿Por qué me dices esto ahora?— 

—Nunca tuve el valor para contarle lo que me hacen, me daba miedo, no quiero que les den un castigo o algo peor, preferí guardarme todo porque no me gusta causarle pena a los demás— 

—¿Cómo te haz sentido estos días?— 

—¿Quiere qué le diga la verdad? disculpe la palabra pero me he sentido completamente una mierda, soy un ser humano y tengo sentimientos al igual que todos, no soy un bicho raro, ¿Qué les he hecho para qué me traten de ese modo? no le he hecho mal a nadie, no merezco ser tratada así.. ¡DIOS! ya no sé que hacer, quizás la solución es que desaparezca, no sé que hago mal— Dije con tristeza

—Fernanda, eres una persona hermosa con muchas virtudes, no te sientas así, ellos son los mounstros que no tienen nada más que hacer que molestar a los demás para elevar su ego, se sienten superiores siendo así pero la verdad ni lo son, que no te importe lo que los demás digan de ti, no dejes que te vean débil, mantente fuerte. No mires hacia el suelo, el suelo es gris mira hacia adelante que aún se puede ser feliz—

—No tengo ánimos de seguir con la conversación, si me disculpa quiero volver al salón— Dije llorando

—Está bien, pero debes saber que cuentas conmigo para lo que sea, tienes mi apoyo en todo—

Las horas de clase me parecieron una eternidad hasta que por fín terminó, guardé mis cosas en mi mochila y salí del salón encaminándome al furgón.

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