𝕲𝖚𝖎𝖟𝖆

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El faraón Jeon miraba fascinado como las tropas enemigas desembarcan sus barcos en la costa del río Nilo, un aventurado pasaje que se les había sido concedido días antes por el mismo y que sus súbditos se encargaron de transmitir y ayudar a llegar a su territorio.

Para los ciudadanos, Jungkook era un loco que pondría en peligro a toda Egipto al dejar entrar tan fácilmente al enemigo. Para Jeon, era un fenomenal plan de usar las palabras y su enriquecido diálogo y obtener información de aquellos generales que venían con toda la intención de hacer daño.

Jungkook era un faraón pacífico.

Un faraón promiscuo, paciente y cero tolerante a la violencia. Amaba la naturaleza y la vida, él no quería maltratar a lo primero y quitar lo segundo.

- Mi señor. -Le llamó uno de sus vasallos-. Llegaron a la costa, y si me permite, el general a cargo de la misión quiere hablar con usted.

- Que así sea.

Se retiró del balcón desde donde observaba aquella multitud de barcos y con un gesto alzando su mentón, dos mucamas se acercaron a él y le obsequiaron algunas prendas de seda para proceder a colocarlas alrededor de su cuerpo.

Uno de sus más fieles empleados llegó entonces y se inclinó ante él.

- Señor, le llevaré hasta la costa.

- Preparen el carro. -Avisó una de las mucamas anteriores.

Jungkook bajó por las gloriosas escaleras de su templo junto al soldado que le acompañaba y se sacó el turbante de oro que permanecía en su cabeza. Lo depositó ante el cojín colorado que mostraba una de sus sirvientas y destapó su larga melena, haciéndola caer por sus hombros.

En la puerta de su hogar, cuatro hombres cargaron el carro donde lo transportarían. Jungkook se acercó a ellos con gesto relajado y se montó en él acompañado por el mismo chico.

- ¿Hehet aún duerme? -Preguntó.

- Ha sido una semana ajetreada desde la reciente noticia de la invasión enemiga. -Informó Jungkook-. Como buena gobernante necesita reponer sus fuerzas y controlar al pueblo mientras yo no esté.

El soldado asintió afligido. Jungkook hablaba de una manera y mantenía una mirada tan penetrante y observadora que a veces pensaba que era un mismo Dios sacado de las antiguas escrituras que decoraban el templo, organizadas por faraones anteriores a él.

Jungkook debía ser así. No tenía opción. No era un dictador violento, pero no dejaba de ser estricto. Era joven aunque la mayoría de ciudadanos pensaban que subió al trono demasiado adulto. Su abuelo le dejó disfrutar de su infancia y adolescencia, algo que no muchos faraones anteriores pudieron hacer.

Pronto llegaron a la costa del río Nilo. Ante los ojos del faraón, se hicieron ver un voluptuoso número de barcos y tripulantes. Pero lo que más destacó fue el general que bajaba de uno de ellos.

Un porte elegante, casi sensual. De baja estatura pero de cuerpo impotente y dominante.

Jungkook se sintió cohibido por unos segundos. Sin más, peinó su cabello hacia atrás y dejó que aquel general asiático se acercara a él.

- Faraón. -Le sorprendió que hablaran en su mismo idioma, aunque el del dicho general se encontraba algo oxidado-. Me alegra haberle puesto cara por fin, es usted una tendencia en las aguas orientales. Déjeme decirle que es todo un honor para nosotros que un representante de un gran y rico territorio como es Egipto, lleve nuestros genes.

- No soy como ustedes. -Aplicó sin cambiar su expresión-. Nací en Egipto, me crié en Egipto y moriré en Egipto. Lo único que llevo en recuerdo a Oriente es la sangre de mi padre y mi nombre, olvide todo lo demás.

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2021 ⏰

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Faraón ➶︎ KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora