Una vez llegue a mi casa después de haberme ido a llorar a alguna calle en la que no hubiera nadie o un terreno baldío. Mi mamá pensó que me había drogado por mis ojos rojos y me pegó, no iba a llorar de vuelta y me lo aguanté como si no hubiera pasado nada. A ella le asombró mi reacción a su cachetada pero por orgullosa no hizo nada.
Era triste y raro pensar en mi vida, una simple vida patética de una obsesión tóxica, o, una vida de alguien totalmente fuerte y capaz, y decidida a cumplir sus sueños. Eran dos caras de la moneda pero la gente solo decidía verme como una oruga, asquerosa... pero, se olvidaron que la oruga luego se convierte en una bella, espectacular y hermosa mariposa.
Todo seguía igual... hasta que apareció una oportunidad. "Esta es mi jugada" pensé.