«Estoy en mi cama y tú no estás aquí. Y no hay nadie a quien culpar, pero la bebida en mis manos errantes...
Olvida lo que dije, no es lo que quise decir y no puedo retractarme, no puedo desempacar el equipaje que dejaste.»
Una pelea, habían tenido muchas peleas, pero nada grave como la de aquel día. Y todo era su culpa, todo era por él; y creer que antes las cosas eran para él, pero ahora era por él, suponía que era su comportamiento, su falta de confianza. Extendía su mano a la parte vacía de la cama, esperanzado de recuperar a su amado, que no solo había dejado un vacío en lo material, si no también en su corazón.
Las mañanas siempre eran las peores, sintiéndose miserable al no escuchar aquella voz diciendo un "Buenos días, cariño". Lo extrañaba, lo extrañaba mucho y no podía hacer nada para recuperarlo; al sentarse, quería armar su figura, la gran sonrisa que siempre tenía en las mañanas, los ojos verdes radiantes, pero solo lograba formar un recuerdo borroso. Y le dolía, le dolía bastante, porque prometió nunca olvidar su rostro.
«¿Qué soy ahora? ¿Y si soy alguien que no quieres cerca? Estoy cayendo de nuevo, estoy cayendo otra vez.»
Siempre pasaba por aquel lugar, el lugar donde tuvieron su primera cita. Se sentaba en la misma banca, esperándolo, sabía que no iba a llegar, pero igual quería esperarlo, mientras caían lágrimas silenciosas por sus mejillas. Sus ojos cafés se inundaban de dolor por cada recuerdo que pasaba por su mente, lo quería devuelta, lo quería a su lado otra vez. Se escuchaba un poco egoísta, pero él quería ser su último amor.
Quería que le susurrara al oído aquellas hermosas palabras, aquellos cumplidos, quería que le llenara de besos por toda su cara, quería que lo abrazara hasta quedarse dormido. Quería todo eso, sabiendo que todo era su culpa, nunca volvería a sentir aquellos brazos dándole calor y protección, nunca volvería a sentir esos labios sabor a cerezas. Ahora todo lo veía gris.
«¿Y si estoy deprimido? ¿Y si salgo? ¿Y si soy alguien de quien no hablarás? Estoy cayendo de nuevo, estoy cayendo otra vez.»
Era muy seguro de que había seguido adelante, de que ya no se aparecía en sus lugares especiales, que ya se reencontró con alguien más. Pero él seguía sin poder seguir adelante, seguía con el dolor en su pecho, la punzada en su corazón, sabiendo que nunca tendría la oportunidad de decir lo siento. Aunque, hubo una llamada, hace un mes atrás, donde los dos hablaron de muchas cosas, con lágrimas en los ojos y palabras en el corazón que jamás se podrían decir.
«Dijiste que te importaba.
Y que también me extrañabas. Y que eras muy consiente de que escribías demasiadas canciones sobre mi.
Y se acabó la llamada, en nuestras propias casas. Y me mata porque sé que nos hemos quedado sin cosas que podamos decir.»
Tenía un miedo: encontrar a alguien más y enamorarse. Ya que su corazón solo le pertenecía a él, se negaba a que su corazón olvidara el amor por él. Se negaba rotundamente a todo, había una parte de él que no quería seguir adelante, y una pequeña parte decía que lo fuera a buscar y explicarle todo, decirle cuanto lo amaba y cuanto lo extrañaba. Pero no podía, ya no podía.
Siempre se habían dicho que eran almas gemelas, que eran predestinados. Ya no lo creyó cuando lo vio con alguien más aquel día, se veía feliz, pero no aquella felicidad cuando estaba con él; y se miraron, se miraron un largo rato, mientras sus corazones se partían en dos sabiendo que se extrañaban lo suficiente como para no tener el valor de decirlo. Sus ojos representaban el dolor que sus bocas no podían decir, aunque pensaban que ya eran felices sin el otro.
«Y tengo ese sentimiento de que nunca más me necesitarás...»
Hubo una noche en la cual gritó de dolor, al sentir la falta que le hacía, al sentir el amor que ya no existía en aquella casa. Lloró como nunca había llorado, sufrió como nunca había sufrido; se prometió a si mismo no llorar por alguien más, pero ese alguien era el amor de su vida, era la persona que le había prometido muchas cosas. La herida se cura, pero simplemente no lo hace en realidad, eso es porque estaba en batalla con el amor y aquellas cicatrices de batalla, no parecían que se estén desvaneciendo.
Todo por un simple ataque de celos que tuvo aquel día.
Estaba lloviendo, la pelea paseaba por su cabeza una y otra vez, quería borrar ese momento de la historia. Seis meses sin él, y aún seguía sufriendo, parecía ser hora de olvidarlo, pero no quería; todo era muy difícil, tendrían que empezar desde cero, olvidarse de él, borrar los momentos felices de su cabeza. Pero tocaron la puerta, se paró con lágrimas en los ojos, seguían tocando la puerta con bastante insistencia, pero el sonido parecía desaparecer cuando recordaba los momentos más especiales que pasaron juntos; lo necesitaba, se necesitaban.
El universo escuchó su insistencia, porque su deseo se cumplió, porque él estaba parado bajó la lluvia, notándose las lágrimas y sin nada que decir. Sus ojos verdes llenos de dolor, sus mejillas sonrojadas por el frío y una sonrisa triste, su corazón dio un vuelco al verlo parado ahí; pensó que nunca lo volvería a ver, pero ahí estaba. Su misma presencia construyó la esperanza que había perdido.
— Te extraño — Dijo — Te extraño tanto, no hay momento del día que no dejé de pensar en ti. Lo siento por irme...
— Yo también te he extrañado — Continuó — Lo siento por desconfiar de ti— Las lágrimas se hicieron presentes en los rostros de los dos, eso era lo que faltaba decir, aquellas palabras.
Fue ahí, que los dos se lanzaron a los labios del otro. Seis meses esperando el refugio de sus labios, sentir el calor de sus brazos rodearlo; estaba de vuelta, de vuelta a sus brazos, parecía ser un sueño. Todas esas penas que había sentido, que había vivido, lo llevaban a creer que todo era un desastre, pero quería soñar, lo dejaron soñar.
«¿Y si estoy deprimido? ¿Y si salgo? ¿Y si soy alguien al que nunca más hablarás?
Estoy cayendo, estoy cayendo de nuevo, estoy cayendo una y otra vez.»
A la mañana, no se sorprendió al sentir la cama vacía. Se había acostumbrada a sentirla en aquellos seis meses, así como se había acostumbrado a que su mente le jugara un mala pasada. La noche anterior, la noche de hace unas semanas atrás, la visita en el parque, la llamada, todo había sido su mente jugando con él.
En los ojos de una persona cristalizada, una de las más bonitas luces, que cuelgan en los pasillos de su casa. La vida no es lo que parece, todo es un desastre, pero quería soñar, todos estaban soñando, todos vivían en un sueño, todo era un desastre.
«Estoy cayendo, estoy cayendo de nuevo, estoy cayendo otra vez.»
La voz de aquella persona resonaba en su cabeza todo los días. ¿Qué había pasado con las promesas? ¿Qué había pasado con la vida planeada que tenían? Se desvaneció, habían sido solo palabras, todo pasó después de aquella pelea, todo era su culpa, por eso Asher ya no estaba en sus brazos. Su mundo se derrumbó con esa llamada.
— Señor Grazer, su novio tuvo un accidente automovilístico, acaba de perder la vida.
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Super triste, lo sé.
Pero me sentía inspirada. Además amo esa canción con toda mi alma. Y si es muy corto, es porque no supe como explayar más las palabras.
Tengan un buen día, pandas.