Pastel de diamantina y una dolorosa mañana

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“Nací con el rostro de otra persona”

“Nunca escaparé de este sentimiento, ni mañana, ni la semana que viene, ni nunca…”

Aquellos ojos púrpura deslumbrantes aún lo miraban desde el espejo.

“Este no soy yo. ¿Quién eres tú, Theodore Callaghan Segundo?”

La habitación permaneció en silencio, un rostro desconocido se burlaba de él desde la luz de la pequeña lámpara, las paredes blancas se burlaban igual, y cada gota que escapaba del grifo lo volvía loco. Miraba de un lado a otro.

Rostro impecable, ojos brillantes con multitud de tonos violáceos; de hecho, era el rostro apuesto de un hombre aun desconocido para él. Habían pasado ya quince minutos desde que entró al baño; debería haberse ido hace cinco minutos como su habitual, pero hoy se sentía audaz, lo cual era poco probable para un hombre que nunca había llegado tarde a ningún lugar en toda su vida. 

Cada tictac del reloj resonaba en su cabeza; aquel sonido constante y rítmico llamó su vista hacia la pared y hacia el pequeño reloj que descansaba allí. Apenas regreso la vista, noto la posición de unas manos en el espejo, tardó un momento en asimilar, pero cuando finalmente entendió los números que se formaban en aquella cara desconocida…

“¡Oh, Dios!”

Se frotó la cara una vez más antes de agarrar la toalla y salir corriendo del baño, su cabello mojado rociaba gotas mientras caminaba, su estómago gruño de hambre repentina, aunque decidió ignorarlo con una taza de café rápido, no tenía tiempo para eso…

El reloj sonó a las siete cuarenta y cinco, sólo quince minutos antes del trabajo, siguió haciendo caso omiso de los persistentes gruñidos de su estómago mientras se exprimía y secaba su cabello, girando por fin la perilla de la puerta principal a la cuál había llegado.

“Unas vacaciones serían agradables”, suspiró, luego abrió por completo la puerta. “Adiós, Vega! ¡Sé una buena cachorra mientras no estoy!” Grito y con un ladrido que sonó detrás de él, cerró la puerta de golpe.

Metió las manos en sus bolsillos mientras caminaba por la calle, su paso era rápido, con sus ojos enfocados en la acera frente a él, mientras pisaba meticulosamente las piedras en su camino a modo de juego. 

Mientras caminaba por la calle, un tritón frente a una de las casas vecinas se animó a verlo, el hombre sonrió mientras caminaba hacia la cerca que bordeaba el camino por el que iba el contrario.

La mente de Theodore no prestó atención al sonriente tritón, y como siempre, hacía su camino al trabajo, pues ya casi ahorraba lo suficiente para todas los boletos de su viaje, solo unas pocas semanas más, y luego estará en por fin en su viaje, solo unos pocos días de pago más.

“¡Hey! ¡Chico del cumpleaños!” Gritó el tritón. “¡Eres viejo!”

Theodore saltó levemente, volviéndose hacia su amigo de cabello turquesa al otro lado de la cerca, ofreciéndole un saludo mientras se detenía. “¡Gracias presidente Lincoln!” llamó con una sonrisa. “Eso es tan años universitarios, vuelve a mí cuando tengas uno mejor”. Lincoln, nombre de aquel tritón, lo saludo con una sonrisa y un sutil giro de ojos.

“Sí, eso pensé”, comentó Lincoln, haciendo una pausa por un momento antes de hablar de nuevo. “Algún plan para esta noche? ¿Qué tal un trío para celebrar el día de tu escape del útero?”

Por primera vez en todo el día, la sonrisa de Theodore se elevó mientras negaba con la cabeza. “No soy bueno en eso.”

Algo en el tono de la voz de Theodore hizo sonar una pequeña campana dentro de la cabeza de su colega de la universidad, quien frunció el ceño ligeramente mientras se inclinaba sobre la cerca para ver mejor a Theodore. “¿Estás bien?” Theodore miró hacia las piedras con un pequeño zumbido desdeñoso, moviéndose de un lado a otro mientras el deseo de continuar su camino persistía.

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⏰ Última actualización: Dec 29, 2020 ⏰

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