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O4. thighs.
Suna amaba los muslos de su novia. Eran gruesos y carnosos, tonificados por la danza. Y a el le encantaban, podría mirarlos y acariciarlos durante horas, incluso si a ella no le gustaban sus propios muslos porque no encajaban con los estándares de belleza japoneses. Para Suna eso era una tontería, sobre todo las noches que lo llamaba llorando por los comentarios que le hacía su entrenadora de danza. Aquella vieja seguía insistendo en obligarla a hacer ejercicio para que bajara de peso, incluso cuando Abby estaba en su peso ideal para su edad y su altura.
Era simplemente su estructura ósea. Tenía caderas y muslos anchos por naturaleza y por su ascendencia extranjera. Suna estaba realmente empezando a detestar a aquella mujer, junto con las compañeras de Abby, quienes no se quedaban atrás con sus burlas hacia ella, llamandola con adjetivos relacionados con su peso y su cuerpo.
Suna se sentía impotente al ver a su novia llorando en sus brazos por ese tipo de cosas y no poder hacer nada.
Acarició la espalda de su chica, intentando reconfortarla de alguna forma. Ambos estaban sentados en la cama del chico, él tenía la espalda recostada en el pilo de almohadas que había comprado solo para comodidad de su pareja, que tenía que dormir con una almohada abrazada, una debajo de la cabeza y una entre las piernas o no podría dormir. Abby estaba sentada en su regazo con las piernas envueltas en su cintura y tenía la cabeza enterrada en el cuello, envuelta como un pequeño koala entre sus brazos.
─¿Por qué no te cambias de estudio? ─preguntó Suna en el oído de la chica, aún acariciando su espalda. Ella sorbió por la nariz, separándose para poder ver a su novio a los ojos. Suna le tendió un pañuelo y ella lo usó para sonarse la nariz.
Generalmente Suna tenía cero expresión en su rostro y era muy tranquilo y desinteresado, pero cuando estaba a solas con Abby, siempre lograba sacar su lado más tierno y cuidadoso. Sólo con Abby.
─Porque eso sería huir ─respondió, frunciendo el ceño. Se veía adorable incluso con la nariz, ojos y boca rojos y algo hinchados.
Suna no pudo evitar la casi-sonrisa de orgullo que apareció en sus labios al ver la determinación de su novia. Sabía perfectamente que ella amaba la danza y su sueño era convertirse en una bailarina elite, sin embargo eso no quitaba el hecho de lo rudas que eran las personas en esa industria cuando sus bailarines no encajaban con los estándares.
