𝙿𝚛𝚘́𝚕𝚘𝚐𝚘

84 8 4
                                    

Viernes, Junio 19 de 2020.

_____________

Miré mi reloj un poco ansiosa. Eran las cuatro de la tarde. Se suponía que a esta hora llegara mi «cita», pero no estaba aún.

«De seguro encontró un poco de tráfico» pensé. Necesitaba calmarme un poco y dejar de ser tan paranoica.

Se suponía que estuviese con mi mamá, pero al parecer, la perdí entre la multitud que estaba en la plaza. Ella me había dicho que cuando llegara Hector, mi cita, iba de nuevo a la casa.

Los viernes en la plaza siempre eran así. Y más en época de verano. Veías niños corriendo por doquier, parejas bailando con la música en vivo que sonaba desde los restaurantes y muchas familias juntas. Todos caminando y observando. Y tampoco los turistas podían faltar.

En fin, aquí sola era presa fácil.

Llamé a mi mamá, aunque sabía que de seguro no iba a escuchar su teléfono por el ruido que había.

Mi mamá contestó más rápido de lo que pensé. Intenté alejarme del bullicio de personas que había y del ruido, para así poder contestarle.

Ma', ¿Me puedes escuchar? —De su lado no se escucha tanto desorden. Y eso solo podía significar una cosa...

Mi vida, me tuve que ir, ya que tu tío necesitaba un favor. ¿Está todo bien? Te me perdiste.

—Si, todo bien. Yo te llamaré si pasa algo —respondí un poco desanimada.

Está bien, cariño. Cuídate mucho. Te amo.

—También te amo —Y colgó.

Volví de nuevo a la plaza y tomé asiento  casi al frente de la catedral que había. Iba a esperar tranquilamente a mi cita.

Pero, para mi suerte, recibí un mensaje diciéndome que todo esto había sido en vano.

Lo siento, __________, no podré llegar. Tuve un problema en casa. Perdón

Así que sí, mi viaje había sido en vano. Y aunque no vivía tan lejos de donde me encontraba, quien me viniera a buscar se iba a tardar bastante. Y no quería quedarme sola.

Me levanté e intenté disimular el hecho de que estaba rodeada de gente que no conozco y que mi cita me había dejado plantada. Y para colmo, mi mamá no estaba y para que pasara por mí, era complicado. 

¿Tenía miedo? Claro que sí. Estaba literalmente sola en un lugar en donde los asaltos eran tan normales... 

Pero, en ese momento, mientras el miedo me carcomía, escuché a lo lejos una guitarra. Y detrás de esta, una voz angelical. No sabía de dónde exactamente provenía, hasta que vi un pequeño circulo de personas unos diez paso más adelante de mí. Me acerqué y vi qué estaba sucediendo. 

Un chico de más o menos mi edad rasgaba las cuerdas de su guitarra mientras cantaba a la vez. El muchacho, de nombre que no conocía, tenía al público asombrado.

La letra de aquella canción se quedó en mi mente por mucho tiempo, al igual que su única voz, que ya comprendía porqué todos lo miraban.

Cuanto llevo aquí sentaoDonde esta lo que dejeYa no se que preguntarQue seráLo que ha pasaoNo he dejado de beberNo he dejado de fumarY eso que yo nunca fumo
fijefOye, no me ves o queNo ves que estoy junto a tiCada dos por tresCada dos por tresMírame mírameNo ves que estoy junto a tiCada dos por tresCada dos por tres.

El muchacho de la guitarra (Lionel Otero y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora