En este mundo hay sólo dos tipos de viajes: los que quieres hacer y los que no.
El auto se estremeció al pasar por un bache.
Éste era uno de los que no quieres hacer; esos que se vuelven extremadamente largos, cansadores, donde contar los vehículos que pasan parece ser la única opción para no dormirse.
―Ya quiero llegar, estoy muy ansiosa ―a mi mamá no le iba bien en esto de manejar y entablar una conversación al mismo tiempo.
Lo malo no es el viaje, pensé. Es muy relajante ver la ruta, los pastizales, las nubes moviéndose lentamente. Es algo que probablemente la mayoría de las personas disfrute. Pero no, éste no era el caso.
Cuando no quieres hacer un viaje no es por el viaje en sí.
―Te va a encantar la casa, tu tía puso flores nuevas en todo el jardín.
Es el destino.
―Me dieron muy buenas críticas de ese grupo de apoyo, tu prima fue cuando tenía tu edad y gracias a ello pudo superar su depresión y finalmente..
―No tengo depresión ―la interrumpí.
La noté algo molesta, pareció como si fuera a decir algo más pero sólo suspiró. Podía ver su reflejo en el espejo retrovisor. Podía ver sus ojos. Tristeza. En sus ojos tenía esa tristeza a la que yo ya estaba acostumbrada a ver. Esa tristeza que suele tener la madre cuya hija parece no ser feliz. Esa tristeza que aparecía en sus ojos el día que mi papá nos dejó. La misma tristeza en sus ojos el día que me dijo que iría a un grupo de apoyo en otra ciudad.
La tristeza que mis ojos deberían tener si estuviera verdaderamente deprimida.
Pero como discutir con mi madre sobre mi supuesta depresión parece no dar resultados sólo me queda sonreír e intentar romper este silencio incómodo.―Entonces... ¿Cuándo llegamos?
vorwort = prólogo, en alemán.