Café.

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Grité tarde que no quería crecer

y en cambio

demasiado pronto que quería enamorarme.

No me valía con besar flores

ver a los pájaros libres

ni un vaso de leche fría,

quería besar labios

atarme a una cama

y beber café.

Sin saber del sabor que te deja

con una vista amarga del mundo

de la vida

o de su fin.

Fue como dar de lleno en una copa con hielo

pero sin whisky,

con ganas de aliñar tus sueños

para que sean más verdes

y en cambio

salir a buscar la Luna y enfrentarte con murciélagos.

Y entonces es cuando caes

y te das cuenta que has cambiado

unas manos por acordes

que suenan a la vez que te toco,

el humo por unos labios que derraman sangre

y piden a gritos que los cure,

unas piernas que piden

sexo con amor

o amor con sexo.

Y ahora se me hacen aburridas las noches

sin tu cabeza en mi pecho

y me despierto sin apenas haberme dormido

porque no te escucho respirar

y parece que mi aliento necesita del tuyo

para no dejar que la noche se vaya

y entre por la ventana el olor del día

y me enseñe

que aunque no estés,

huele a café.

Sefira.

Supiste reconstruir rosas con espinas de papel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora