Capítulo 2

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Arrugo las puntas de mi folio en blanco donde pensaba escribir el informe de la entrevista con el director del monasterio, vacío porque ya no podré hacerlo. No puedo centrar mi vista en él porque por culpa del maldito destino o lo que sea, no podré conseguir el ascenso. El frío de los escalones de entrada al alto lugar se cala en la fina piel de mi trasero ya que estoy sentada en el último de ellos, esperando a que Karolina termine la entrevista y así poder irnos juntas en la pequeña furgoneta negra que el periódico nos ha otorgado para este trabajo. El sonido de la pesada puerta ser abierta con violencia hace que me levante de inmediato del escalón y mire hacia mis espaldas, encontrándome con los ojos furiosos de ella, estrangulándome sin piedad.

_Eres una jodida hija de perra_ escupe sus palabras con furia_ No sé cómo lo haces que aún cuando no estás siempre te prefieren_ levanta sus manos para hacer más énfasis.
_¿De qué estás hablando?_ mi confusión me hace mirarla con indignación ante sus ofensas. Esta gira para quedar de frente a mí, una vez acabados los escalones por bajar.
_Te quiere a ti_ suspira con rabia _ Quiere que tú le hagas la entrevista_
_¿Yo?_ me señalo con asombro, mirando unos fugaces segundos la entrada quien me llama a gritos para que entre lo más pronto posible.
_Se acabó. Que le den_ camina con furia hasta la oscura furgoneta para introducirse en ella, dejando atrás un fuerte sonido al cerrar la puerta con máxima violencia. Miro de nuevo la entrada, ¿qué hago? Tenemos que presentar un informe y estoy convencida de que ella no lo intentará una vez más. Cojo el máximo aire posible hasta sentir como mis pulmones se llenan al completo. Tengo que ser profesional, pero por la duración del contacto de nuestras miradas parece haberse acordado de mí...

Tranquila, Ángela.
Sé profesional.

Aún con mis nervios a flor de piel, camino hasta entrar por segunda vez en el curioso edificio, aferrando mi carpeta contra mi pecho para tratar de disminuir, al menos un poco, dichos nervios que quieren verme caer frente a todos.
_Señorita, ¿busca a alguien en particular?_ giro sobre mi misma para encontrarme con un hombre de una edad bastante avanzada, en cuya sabia mirada se encuentra una curiosidad innata que logra incomodarme por una brevedad de segundos. Siento como las palabras se desordenan para salir al principio de mis rojizos labios por el nerviosismo.
_Tengo una cita con el director del edificio_ saco mi tarjeta de identificación de la empresa para que sepa que soy una de las periodistas que tenían que venir. Asiente tras unos segundos de lectura, mostrándome una agradable sonrisa que no llega a ser del todo cierta. Se recoloca sus gafas de ver al sentir cómo éstas quieren deslizarse por su delgada y recta nariz.
_¿Y su compañera? Nos dijeron que iban a venir dos jóvenes y hermosas periodistas a la humilde casa de Dios_ asiento, dándole la razón y restándole importancia a sus halagos.
_Mi compañera..._ miro con rapidez hacia las puertas de la entrada, comprobando que en verdad no tiene ninguna intención de volver y acabar con su trabajo_ Se encuentra indispuesta_ El sonido suave de su risa hace que mis ojos lo miren con asombro. Sus manos están posicionadas detrás de su espalda, juntas.
_Tiene un buen corazón, señorita..._ hace un sobre esfuerzo para leer mi nombre en mi tarjeta de identificación_ Amor, pero si su compañera no ha podido con la presión...me temo que tendremos que avisar a su periódico de que ella no tuvo la menor intención de hacer su trabajo_ mis labios se separan con delicadeza, dejando escapar un pequeño suspiro por sus palabras tan directas. El tono de seriedad roza la frialdad con la que lo ha dicho.
_Nos tomamos muy enserio el trabajo. Solo es eso, señorita Amor_ niego, fingiendo una sonrisa que trató por todos los medios ocultar la incomodidad_ Permítame indicarle el camino a su despacho_ Cierto, el director me está esperando.
_Es usted muy amable_ sus grisáceos ojos me observan con detenimiento en una ráfaga de segundos, con una intensidad y seriedad que consiguen incomodarme todavía más, haciendo que le muestre una corta sonrisa por mi creciente nerviosismo que trata de ser eliminado.
_Usted también lo es, señorita Amor_ asiente complacido, ensanchando su sonrisa de finos labios casi inexistentes. Dándome su aprobación por mi buena y diferente actitud, pero, ¿diferente a qué o a quién?
El sonido de nuestras pisadas por las escaleras color blanco roto se escuchan, callando nuestro silencio sepulcral. Los numerosos cuadros bíblicos hacen que un escalofrío me recorra. Fijo mi vista al frente, incapaz de seguir mirando tanta farsa. Es un insulto hacia mi inteligencia creer en todos estos cuentos para no dormir.
_Aquí es, buena suerte_ asiento, mostrándole una sonrisa agradecida que parece complacerlo una vez más.
_Gracias_ Miro la puerta de madera blanca, fuerte y pesada, frente a mí. Un pequeño cartel dorado tiene en sí escrito en unas perfectas letras oscuras; Director Edevane.
Relamo mis labios, tratando así de distraer a mi nerviosismo. Tomo una gran bocanada de aire para sentir como cada extremidad de mi cuerpo se relaja. Aunque por dentro sienta que en cualquier caeré, por fuera aparento lo contrario. O al menos eso quiero pensar. Mis nudillos apenas rozan la pulcra madera blanca de la puerta, pero es más que suficiente para que una voz grave y profunda al otro lado de ésta me de el permiso ansiado para entrar e introducirme en la habitación con él. Son sus ojos de ese miel tan único y especial quienes me reciben con esa misma intensidad y deseo por verme una segunda vez a solas. Su rubio cabello y ondulado, peinado hacia atrás, hace que me lo piense dos veces antes de tomar un paso ya que los recuerdos de aquella noche, de cómo pasaba mis manos por sus gruesos mechones, me intimiden justo frente a su lobuna, pero pacífica mirada.
_Buenos días, señor Director_ me acerco hasta quedar frente a su escritorio. Elevo y dirijo una de mis manos hacia él para estrecharla con la suya, quien tarda unos segundos, completamente tomado por desprevenido mi valentía de acercarme a él y actuar de una forma tan normal y profesional a pensar de aquella misma noche_ Soy una de las periodistas del periódico nacional AlGarrete, es un honor poder estar hoy aquí y de poder conocerlo al fin en persona_ mis palabras salen a flote,a pesar de querer hundirse en el más mismísimo fondo del mar por la mentira oculta a través de ellas. No es la primera vez, lo sé, pero no tengo ninguna intención de revelar mis cartas. Sus cálidas manos acunan mi mano extendida entre las suyas, transmitiéndome su temperatura con tan solo ser consciente de mi ansiada presencia , por él, en su oficina.
Mis ojos lo miran con incredulidad al sentir sus gruesos y suaves labios depositar un profundo y húmedo beso en la fina piel de mis nudillos, tomándose el tiempo que mejor crea conveniente para hacerlo. Tenso mi mandíbula presa del pánico, sintiendo que no aguantaré mucho más esta fachada. Cuando su mirada se levanta para ver mi reacción, un atisbo de sorpresa se refleja en ella al ver que mi expresión no a cambiado en lo más mínimo. Con una de mis mejores sonrisas, retiro mi mano de entre las suyas, sintiendo al instante la necesidad que ha querido transmitirme por volverlo a sentir.
_¿Puedo saber el nombre de tan bella periodista?_ su intensa mirada de fija en la tensión de mis labios unos breves segundos, satisfecho al fin al ver una reacción, esperada por él, de mi parte.
_Ángela Amor, ¿y yo podría saber el suyo al igual?_ asiente, mostrándome una agradable sonrisa, pero sé que el fondo se esconden más emociones que me advierten que es mejor no ser descubiertas.
_Gabriel Edevane, es un placer tenerla aquí con nosotros este día tan importante para la casa de Dios_ con una de sus manos, me indica que puedo sentarme en la silla de cuero negro tras de mí, frente a su escritorio, frente a él_ Puedo sentir que el mismísimo también se alegra de tenerla hoy aquí _
_¿Usted cree?_ lo miro unos breves segundos, dejando mi bolso en el asiento de cuero negro también de mi lado y mi carpeta en mis piernas. Su sonrisa se amplía hasta dejar ver sus perfecta dentadura. Asiente, consiguiendo que unos mechones vivaces caigan sobre su frente, dándole un aspecto más informal que logra acelerar a mi corazón _ Entonces eso es lo que importa _
_¿Cree en él?_ no hace falta que lo nombrara una vez más para saber a quién de refiere. A Dios. Nuestras profundas y anhelante miradas conectan, ambas necesitadas de la otra, siendo consciente cada uno de la enorme atracción que nos envuelve en su cálido seno, transmitiéndonos su alta temperatura.
_Es una pregunta para ponerme a prueba, ¿no le parece?_ coloca su espalda en el respaldo de su asiento oscuro, uno de sus codos en la madera clara del escritorio y una mano por debajo de su mentón. Su mirada me penetra con interés _ ¿Cómo quiere que le responda?_ una sonrisa aparece en mis labios, satisfaciéndole mi actitud retadora, pero inocente_ ¿Con la verdad? Tal vez no llegaríamos a buenos caminos; ¿o con la mentira? Me aprobaría, pero yo hubiera mentido y eso está contra mis principios_
_Tiene toda la razón, señorita Amor_ su postura se endereza, poniéndome alerta_ Es mejor que empecemos con la esperada entrevista_ una de sus manos se sitúa sobre la mía, deteniéndome con gran sorpresa. Temo que llegue a escuchar los latidos frenéticos de mi corazón _ Podría llevarse una sorpresa si se dejase llevar _ensancha su sonrisa una vez más, consiguiendo que mi respiración se dificulte _ No todo es lo que parece_

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Las insistentes gotas de lluvia caen sobre la tierra, limpiándola de toda impureza impuesta por nosotros. Mis ojos viajan hacia el nublado cielo, desilusionados por no haber esperado a que acabara del todo con mi trabajo y marcharme. Miro una vez más el lugar en donde tendría que estar estacionada la furgoneta de la empresa, pero está completamente vacío. Cierro mis manos en puños al venir a mi mente la imagen de mi compañera de las narices. Es tan infantil, tan insoportable, tan...tan...
_¿Gusta en que la lleve?_ la voz de Gabriel Edevane a mis espaldas hace que salte con gracia en mi lugar, esfumando todo negativo pensamiento de mí cabeza. Su característica sonrisa amable harían que todo aquel que la viera se dejase llevar por cualquier iniciativa que tuviera, pero mi intuición me alerta de que no todo es lo que parece.
_Muchas gracias por su ofrecimiento tan desinteresado, pero esperaré a un taxi _ miro mi reloj de muñeca _ que debería haber llegado hace quince minutos..._ murmuro por último, no siendo consciente de que me ha escuchado a la perfección. El sonido suave y cálido de su risa me obliga a mirarlo, dándome la vuelta por completo. Su belleza parece haber sido otorgada por los mismísimos ángeles del cielo.
_No creo que vaya a venir_ mira por unos míseros segundos el camino de entrada completamente embarrado_Cuando hace mal tiempo no se atreve nadie a aparecer por aquí_ no le pregunto el motivo ya que doy por supuesto que es por el mal camino. Eso no lo sabía. Resoplo con disimulo, aferrando con más fuerza mi carpeta a mi pecho, tratando de que el frío no se apodere de mí.
_Por favor, acepte mi propuesta_ mi mirada avellana mira la suya de ese miel que lo hacen endulzar su apariencia. Pero a su interior no consigue llegar_ ¿Dónde se está alojando? Podría dejarla allí mismo_
_No quisiera ser una molestia..._
_Tonterías, en verdad quiero llevarla. No suelo ser persistente...así que aproveche_ una segunda intención se clava en mí, haciendo que me regañe mentalmente por pensar de esta forma de él, quien solo ha sido más que amable.
_Está bien, muchas gracias_

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LaDamaRoja

GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora