Warm Winter Nights (Spellwell)

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Era una noche cerrada de invierno y la oscuridad rugía fuera, intentando calar hasta los huesos, hasta los cimientos mismos de la casa con sus heladas garras. El viento aullaba violentamente, colandose entre los árboles y haciendolos vibrar incontrolablemente.
Apenas iluminada por un número reducido de velas que aportaban una luz rojiza y tenue, y que habían sido colocadas cuidadosamente sobre los viejos muebles de madera, la habitación se encontraba envuelta en un ligero aroma a vainilla que se mezclaba con el incienso que crepitaba aún entre las llamas de la chimenea, ya casi consumido al completo. Todo esto despertaba en Mary una sensación de paz que la había dejado sin palabras. Sin haberse percatado apenas, había enmudecido por un tiempo que hubieran parecido eternidades, admirando con ojos brillantes y curiosos a la mujer que se sentaba frente a ella. Reclinada sobre una silla, Zelda fumaba despreocupadamente, sus labios adornados por la ligera niebla del humo, entreabiertos. Su figura estaba envuelta en un pequeño camisón de raso carmesí que se ceñía a su cintura, dejando poco a la imaginación. El portacigarrillos brillaba bajo la luz dorada de las llamas, firmemente asido entre finos dedos pálidos. La posición en la que Zelda se encontraba le permitía deslizar sus ojos más allá de la curva redondeada de los pechos, descubriendole delicias de encaje negro que despertaban sus fantasías. Con respiración exageradamente temblorosa, Mary siguió con la mirada la mano derecha de Zelda, que desaparecía bajo la tela satinada para volver a bajar después, haciendo resbalar entre sus dedos las medias que tan lentamente desprendía de sus largas piernas. Pocas cosas resultaban tan eróticas para la morena como observar la elegancia que desprendía aquella mujer al quitarse la ropa. Tan delicada, cadente, rítimica...hipnotizante. Las medias quedaron finalmente olvidadas en algún lugar del suelo. Una cascada de rizos de fuego caían ordenadamente sobre su espalda, recogidos en una coleta alta que Mary se moría por deshacer, tan solo para liberar esos pelirrojos mechones llameantes de su prisión. El pelo de Zelda olía ligeramente a rosas, y para la morena, deslizar los dedos entre su suavidad era de un éxtasis casi prohíbido.
Finalmente, Zelda dirigió su intensa mirada esmeralda hacia ella y descubriendo la chispa del deseo en sus ojos azules, esbozó una sonrisa traviesa de esas que hacen suspirar. Inmediatamente, Mary apartó la vista, sonrojandose con furor. El corazón le latía desbocado, estimulado por el embarazoso placer de haber sido descubierta observandola. Mary Elizabeth Wardwell había sido siempre una persona dulce, casta, tímida e inocente. Pero había algo en ella, algo en aquella mujer que ahora la miraba con deseo, que despertaba en ella un calor insoportable y que solo Zelda era capaz de apagar. Se sentía agitada, como una niña que sabe que obra mal y no puede remediarlo, como el creyente que se sabe blasfemo y aún así se entrega de buena voluntad. Zelda era puro frenesí para ella, adictiva, infinita, clandestina. Su tren de pensamiento ilícitos y un tanto obscenos se vió súbitamente interrumpido por la sensación de esos dedos acariciando su mentón y levantando cuidadosamente su rostro hasta que Mary pudo mirarse en aquellos espejos verdes como la primavera misma, que ahora se veían nublados, anunciandole la poca pureza de sus intenciones. Le encantaba que la mirase así. Zelda tomó sus manos sin dejar nunca de mirarla a los ojos y con movimientos lentos, casi felinos, se sentó cómodamente en su regazo. Sentirla, sentir su peso sobre las piernas, hizo que un quejido débil y ronco se escapara de entre sus labios. Mary mantuvo la mirada baja, avergonzada ante la idea de lo mucho que un simple roce podía provocar en su cuerpo, de lo oscuro y pecaminoso, de lo dulce de su necesidad por la pelirroja. Aún no se atrevía a tocarla. Zelda, sonriente, se acercó a su oído hasta rozar la piel suave y con voz grave y desalentada susurró.
-Tócame Mary...
La manera en la que Zelda pronunció su nombre y el sentir su lengua húmeda y cálida succionando el lóbulo de su oreja hicieron que la morena no pudiese soportarlo más, y sus manos se deslizaron sobre la suavidad de los muslos, encontrando apresuradamente su sitio en las caderas de la pelirroja. Apretó entre los dedos aquel pequeño trozo de tela como si la vida le fuera en ello, intentando contener un impulso que vencía ya dentro de ella. Incapaz de controlarse, Mary agarró con fuerza los muslos y el trasero de Zelda, haciendola temblar, mientras sus labios descubrían por fin un rincón tibio en el arco de su cuello. Bastó un pequeño mordisco para arrancarle un gemido, y de nuevo Mary pudo sentir la lujuria desbordandose entre sus piernas.
______________________________________Primer capítulo en español! Espero que les guste, sé que estoy escribiendo mucho Spellwell e incluso parece que le de prioridad. La razón es que considero que en internet hay mucho contenido Madam Spellman pero Spellwell y Mirelle son casi inexistentes, por eso quiero darles un poco más de protagonismo pero no se preocupen que aquí hay de todo jsjjsjs
Gracias por leer, dejen sus comentarios🖤

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