Five Forgotten

Día 1

La apertura del local, mi incorporación a la plantilla.

— Bienvenido a Baby Pizza Circus - dice mi jefe, un hombre alto, de pelo marrón oscuro y una mirada casi aterradora.

— Gracias - respondo - es un placer estar aquí.

Él sonríe.

— El placer es mío, no hay mucha gente que quiera trabajar de noche en un lugar como éste ¿sabes? Suelen tenerle miedo.

— No veo por qué, los animatrónicos deben de ser muy seguros, como los de Fredbear's Family Dinner, tengi entendido que usted y el dueño los desarrollaron juntos - respondo.

Él sonríe de nuevo.

— Veo que conoces mucho sobre nosotros - dice

Asiento.

— Me fascinó su innovadora idea, son mis ídolos ¿sabe?.

— Pues con mucho honor - responde él.

Sonrío y miro a mi alrededor, un amplio comedor se extiende ante nosotros, una sala con un escenario en la zona más alejada de la puerta, donde hay tres animatrónicos grandes y varios pequeños bailando.

Me acerco y los miro de cerca.

Hay un oso blanco y rosa con una marioneta azul en forma de conejo, los dos preciosos y con un diseño tranquilizador; también hay una bailarina vestida de azul y con l apiel blanca, al igual que el siguiente animatrónico, un zorro blanco y rosa con los labios pintados y los dientes muy afilados, pero que da una sensación de seguridad sin igual.

— ¿Te gustan? - pregunta.

— Son preciosos - respondo.

— Pues aún no has visto lo mejor - dice, haciendo una señal con la mano.

Por un pasillo aparece un hombre con una enorme figura sobre un soporte móvil, todo electrónico, por lo que no debe estar haciendo mucha fuerza.

La figura también es un animatrónico, de pelo rojo recogido en dos coletas, un vestido también rojo en cuyo centro, donde en un humano estaría el ombligo hay una especie de ventilador que parece extraíble, tiene los ojos verdes y un micrófono entre sus manos blancas.

— Wow - suelto, al verlos a todos sobre el escenario.

— Impresionan ¿verdad?

— Ya lo creo, son perfectos señor Afton - respondo.

— No, aún no lo son, lo serán - dice.

— ¿Va a hacerles más arreglos? - pregunto.

— Digamos que sí - responde.

— Ya quiero verlos terminados - digo, emocionado por algo que aún está lejos de pasar.

— Bajarás todos los días por el ascensor, a medianoche, sin un minuto de retraso y tu turno durará hasta las seis de la mañana - explica.

Me giro y asiento.

— Perfecto - respondo - ¿cuándo empezaría?

— Hoy mismo si te apetece.

Asiento.

— Estamos a punto de abrir, quédate y disfruta de toda la comida y bebida que quieras, es gratis para los empleados - dice.

— Muchísimas gracias señor Afton - digo.

— William, mejor llámame William - responde.

— De acuerdo William.