La casa de huéspedes de la Luna

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El sol ya comenzaba a bajar, el viento comenzaba a correr con un poco más de fuerza y el ambiente comenzaba a enfriar en el desierto.

En uno de los tantos caminos que podrían seguirse en un desierto, un joven caminaba a paso lento, casi sin la intención de seguir caminando, al mismo tiempo que guiaba a un caballo que jalaba una carreta con un largo cajón en ella.

Sus pasos no parecían tener rumbo, parecía estar tratando de llegar a algún lugar, pero al mismo tiempo parecía no saber dónde buscar.

A sus oídos llegó el sonido de jinetes armados, estaban muy cerca de alcanzarlo, pero aun así no hizo ningún esfuerzo por ocultarse o acelerar. De todos modos, estaba en medio del desierto, sin ninguna oportunidad para huir o esconderse.

Se escuchaban cada vez más cerca y no pasó mucho tiempo hasta que se encontró rodeado de soldados del palacio, diez contra uno, no era para nada justo, pero él sabía que ya no era alguien que pudiera exigir justicia.

Incluso pensaba que lo merecía, así que no había por qué objetar, se desharía de ellos y seguiría su camino.

Después de tomar el mango de su espada actuó en automático, blandiéndola con agilidad y rapidez. Unos minutos después todos estaban en el suelo, ¿muertos?, ¿inconscientes? No lo sabía, ¿sin capacidad para volver a pelear?, eso seguro.

O al menos eso creyó.

Guardó su espada y se dio la vuelta para volver a tomar las riendas del caballo, cuando uno de los soldados se levantó e intentó atacarlo mientras se encontraba de espaldas, sólo bastó un pequeño rechinido de la armadura del soldado para que el joven soltara las riendas de nuevo y terminara lo que había comenzado.

Sin mucho ánimo, volvió a tomar la rienda del caballo y siguió caminando.

Contra todo pronóstico, al caer la noche encontró una pequeña tienda iluminada por lámparas y unas cuantas sillas en ella, además de un fuego que era cuidado por una anciana que lo recibió con algo de entusiasmo.

—¿De dónde eres?

Fue lo primero que preguntó la anciana mientras ponía sobre la mesa una bebida que ofreció al joven, quien no contestó la pregunta.

—Este es el único lugar en el que puedes beber— continuó hablando —¿Eres de Linzi? — siguió acomodando los platos —No pareces exactamente de ahí — a la anciana no parecía importarle mucho el hecho de estar hablando sola — ¿O acaso eres de Taiyuan?

Esta vez, la anciana se fijó un poco más en la apariencia del joven, reparando en el hecho de que cargaba una espada.

—¡Aiya! Veo que tienes una espada, ¿Eres un guerrero?

El joven se llevó a la boca el cuenco donde la anciana le había servido vino, dando un pequeño sorbo y dejándolo casi de inmediato en la mesa de nuevo.

—Usted hace que el alcohol sepa horrible.

A pesar de eso, tomó la jarra de vino y se levantó de la mesa para ir donde la carreta que su caballo había jalado todo el trayecto, donde descansaba ese largo cajón de madera, y vació el vino de la jarra sobre él.

—¿Alguien murió? — preguntó la anciana mientras se acercaba al joven —¿O mataste a alguien?

En ese momento, el joven dejó de vaciar el vino sobre el cajón de madera para dirigir una mirada de molestia, enojo y dolor a la anciana, mientras azotaba la jarra de vino en la carreta, pero aun así la anciana no se vio intimidada y siguió hablando.

—Sólo hay dos tipos de personas que pasan por este lugar, aun con este horrible clima— tomando una pausa, miró el cielo nocturno y luego volvió a ver al joven a los ojos — O es una persona que mató a alguien o es una persona que va de camino a morir— y a pesar de las duras palabras, decía todo eso con ligereza en su voz.

Hotel Del Luna (Adaptación YiZhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora