1989. Yongsan, distrito de Seúl ubicado al norte del río Han.
En una casa modesta, un niño de tres años caminaba despacio hacia el gatito que estaba agazapado en el pequeño patio, tomando sol. El gatito no era suyo, sino del vecino de al lado, pero eso no impedía que el niño quisiera acariciarlo cada vez que lo veía.
El gatito era arisco y siempre que el niño se acercaba, éste erizaba su pelaje mientras gruñía y después salía corriendo. No le gustaban las caricias. Pero eso no desalentaba al niño. Por el contrario, el interés por el animalito crecía así como sus ganas de tocarlo. Él quería tener un gatito también, pero cuando se lo preguntó a mamá ella dijo que ni en sueños. Cuando se lo preguntó a la abuela ella le explicó que alimentar al gato sería un gasto extra que no necesitaban en este momento. Al niño le entristeció la respuesta, y aunque prometió compartir su comida con el gato, su abuela no cambió de parecer. "No" significaba que no.
—Gatito lindo~ —dijo cuando llegó hasta el felino. El gatito que había estado durmiendo, despertó alarmado cuando el niño apoyó su mano sobre el lomo—. Bonito~ —agregó el niño, arrullándolo suavemente.
El niño acarició con cuidado su lomo y el gatito, que parecía dispuesto a huir, se dejó hacer al notar que no había malas intenciones en el infante. Unas cuantas caricias más y el gatito se sentó, comenzando a relajarse. El niño sonrió feliz de por fin tocarlo. Y su sonrisa se hizo más grande cuando el gato comenzó a ronronear. Pasó su pequeña mano por el pelaje suave una y otra vez y cuando se sintió con la suficiente confianza, estiró sus brazos y levantó al gato del suelo, abrazándolo.
—¡Hyukjae, deja a ese maldito gato! —exclamó una voz conocida desde la calle.
El niño se asustó por el repentino llamado de atención y su tensión se trasladó al gato, quien siseó furioso y le rasguñó uno de los brazos para soltarse y huir. Ahora Hyukjae sentía un ardor intenso en el brazo izquierdo. Con la vista borrosa observó que había tres líneas rojas que punzaban dolorosas, y de una de ellas salía un poquito de sangre. Al instante siguiente se largó a llorar a viva voz.
—¡Aish! Mamá, Hyukjae está llorando —dijo la madre de Hyukjae, quien regresaba con bolsas del supermercado.
Ella pasó por su costado, dirigiéndose a la puerta de casa. Hyukjae la siguió por detrás alzando sus brazos para que ella lo cargue, pero fue su abuela quien le dio atención. Su abuela era viejita y decía que Hyukjae ya estaba grande y no podía cargarlo como cuando era un bebé, pero aun así ella lo mimaba mucho, incluso más que mamá.
Mientras su mamá sacaba el contenido de las bolsas del supermercado, su abuela le secó las lágrimas y le puso desinfectante en las heridas. Hyukjae volvió a llorar cuando los rasguños ardieron por el antiséptico, pero su abuela sopló en las heridas hasta que el ardor se hizo más soportable.
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Porque te quiero
FanfictionDonghae y su familia abandonan Jeolla para instalarse en un suburbio de Seúl. Allí conoce al nuevo amigo de su hermano mayor, que se llama Hyukjae y tiene una sonrisa hermosa.