Prólogo

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Sus preciosos ojos canela me miran y brillan con mucha intensidad al otro lado de la cama y acaricio su rizado cabello suavemente con la palma de mi mano, dándole así pequeños mimos. Cada vez que la miro alcanzo un estado de felicidad inigualable y me recuerda muchísimo a su madre. La mujer por la que estoy loca. 

 —Mamá. 

Me llama dulcemente tomando uno de mis dedos con los suyos.

 —Dime cariño.

 —¿Mamá y tú os queréis mucho?

Río ante su pregunta y suspiro con amor.

 —De aquí a la Luna cielo.

 —¡Eso es mucho mamá!

 —Algún día lo entenderás.—Remuevo su cabello mientras le hago cosquillas en la parte superior del abdomen.

 —¿Eso significa que algún día iré a la luna?

 —Eso significa que algún día alguien te llevará a ella.

 En ese preciso instante su semblante se torna desconcertado y me mata de ternura. Pasamos unos cuantos minutos dándonos caricias y cuando pienso que se ha quedado dormida me sorprende de nuevo con su suave voz infantil.

 —Mamá.

 —Dime cariño.—Le respondo sufriendo unos largos segundos de silencio.

 —En clase me dijeron que mamá y tú no sois normales.

Suspiro incomoda tratando de formular una respuesta coherente a su edad pero siento el dolor en sus ahora cristalinos ojos y en mi pecho crece una impotencia enorme.

 —Porque no lo somos cielo. 

 —¿No lo sois?

 —No hay nada ni nadie que sea normal, ser diferentes es lo que nos convierte en únicas y especiales. Pero cariño, eso no significa que esté mal, todo lo contrario. Que nos queramos no está mal, y que seamos una familia tampoco. Lo único que importa es que estemos todas bien.

—¿Entonces ser diferente no está mal? 

 —Por supuesto que no.—Dice Blanca.

Miro hacia el marco de la puerta y recostada en él se encuentra Blanca. Sonrío como cada vez que la veo y noto el cansancio en sus ojos puesto que sé que lleva todo el día trabajando.

 —¡Mamá!—Grita Eva saltando a sus brazos.

 —¿Me has echado de menos?—Pregunta Blanca.

 —Muchísimo mamá.

 —¿Y tú?—Esta vez se dirige a mí posando un dulce beso sobre mis labios.

 —Como siempre amor.

 —Puaj—Eva finge una arcada y todas reímos.

Le hacemos un hueco en su diminuta cama y se espera sentada al otro lado de la misma. Nos pasamos un buen rato gastando bromas y haciéndole reír para después dejarla descansar mientras le cantamos un pedazo de una canción que le gusta mucho.

 —Parece buena y todo mientras duerme.—Bosteza Blanca.

 —Se parece a ti entonces. 

 —Oye, eres mala tienes malicia. 

 —¿Acaso quieres que sea mala de verdad?—Arqueo una ceja.

 —Luego quizás.

 —Tú sí que eres mala dejándome con las ganas.—Digo mientras inflo mis mofletes para verme tierna. 

 —Sssh Eva puede escucharnos.

 —Está durmiendo ¿ves?—Le arropo.

 —Está bien, me ducho y te aviso amor.

Asiento y de nuevo le planto un suave beso en los labios. Nunca me cansaría de hacerlo. Como bien dije anteriormente es como si me llevara a la Luna con ello. Minutos más tarde escucho el agua caer en la ducha indicándome que ya está dentro y después de acariciar el suave rostro de mi hija me dirijo hacia nuestra habitación cambiándome y poniéndome el pijama. 

 —No sé para qué me lo pongo si luego me lo va a quitar.

Digo en voz baja para más tarde suspirar de cansancio. Miro hacia la mesita de noche y visualizo la foto que está encima de ella. Nos encontrábamos Blanca yo bastante más jóvenes tomadas de la mano y sonriendo a la cámara. Enseguida se me viene a la mente el recuerdo de ese preciso instante. Era nuestra primera cita, estaba nublado y el estado meteorológico no era el mejor. Pero para mí fue precioso. Sonrío mientras con mis dedos recorro la fotografía y me mofo de que todo sucedió gracias a una desagradable lluvia. Gracias a esa lluvia la conocí a ella.

EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora