La boda.

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—Min YoonGi, ¿aceptas a Jeon Jungkook en sagrado matrimonio, en los buenos y malos momentos, en la salud y la enfermedad?

—Acepto

—Entonces los declaro marido y... ¿Marido?... Bueno, puede besar al novio

         Ambos, ahora esposos, se besaron y lloraron de la felicidad del momento. Se sonrieron el uno al otro, ahora en un vínculo que, para ellos, sería inquebrantable.
Bailaron, rieron, brindaron y volvieron a sonreír, estaban felices por su compromiso.

—¡DJ!¡Ponga una de Los Palmeras! —exclamó Jungkook.

          La cumbia se hizo presente en el lugar y todos detuvieron su bailar, sin saber cómo eran los pasos. Todos menos aquella recién unión eterna, que bailaba al compás del acordeón, el bajo, los vocales y el incesante rasqueteo.

[...]

          En la noche de la Luna de Miel, ambos llegaron vírgenes al matrimonio. Y en la cama, YoonGi se deslizó desnudo en las suaves sábanas, sintiendo como su marido lo tomaba entre sus brazos, ligera y amorosamente. 
Sus pezones duros, gimiendo al primer roce y suspirando cuando sintió a su esposo comenzó a acariciar sus muslos mientras ambos se mecían en largos, lentos, suaves y bruscos golpes. Para Jeon, deslizarse en su interior era como hacerlo en un aceite exquisito y placentero. Lleno de aquellas buenas sensaciones que aparecían por primera vez en el cuerpo de ambos.

—¿Lo disfrutas, cariño? —preguntó la voz ronca y sensible del menor.

          Él no escuchó una respuesta, y conocía demasiado bien a su ahora «hombre» como para saber que su silencio era mucho mejor que su hablar(en ciertas ocasiones, claro).

          Pero sí se oyó la chillona, agradable y turbulenta voz de Min:

—Esto...tenemos que repetirlo... —contestó con un gemido agudo. 

         Y la promesa se cumplió.

Mariposas Podridas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora