Tarde.
¿Cómo es que alguien, como yo que se levanta muy temprano, siempre llega tarde? Es una muy buena pregunta y sería mejor si tuviera una respuesta.
Voy tarde por enésima vez en mi vida a las odiosas pero “importantes” clases, es como un don o mejor dicho una maldición. Camino
apresuradamente, no funciona; opto por trotar, tampoco; mi última opción es correr, así que corro como mi delgado y sedentario cuerpo me lo permite, pero una manzana antes escucho la campana, igual no me detengo.Cuando llego, no veo a nadie diferente en el grupo de “los impuntuales” como nos llama la directora Clarisse, que es una señora de unos cuarenta años, de cabellos y ojos negros, muy elegante y con un carácter horrible. En fin, antes de entrar respiro profundamente en
un intento fallido por apaciguar mi agitación, trato de pasar por desapercibida y no firmar el tonto report…—Buenas tardes, señorita Jones, ¿desea que le lleve el reporte hasta su aula o prefiere firmar de una vez?— Me toma por sorpresa la sarcástica pregunta de mi dulce directora.
—No, ¿cómo cree? Firmo de una vez—digo con fingida amabilidad colocándome de mala gana en la fila de no más de quince estudiantes.
—Recuerde que si acumula, nuevamente, tres reportes tendrá que pasar una semana ayudando en la biblioteca después de las clases. Buen día, señorita Jones— y sin más se va resonando sus hermosos tacones.
Y sí, he estado ayudando en la biblioteca desde que ingresé a la secundaria. Una vez—de hecho muchas veces— hablaron con mi madre, me llamó la atención de todas las maneras existentes y por existir, incluso me castigó, pero obviamente no funcionó.
Al firmar la lista me doy cuenta que solo me falta un reporte de tres fichas para que la directora me notifique que debo pasar mis tardes desempolvando y reacomodando libros a diestra y siniestra con quien sabe cuántos alumnos más y con esa chica que no pasa de los veinticuatro años, esa que posee unos cabellos y unos ojos castaños hermosos, la que no es muy alta, esa misma que no hace un carajo y a la que llamamos bibliotecaria.
¡Qué estrés! Pero ya qué, esa era la consecuencia de llegar tarde.
***
Llego hasta el último piso de la tercera y última edificación que conforma el instituto para recibir lo que queda de la clase, así que me paro firme delante de la puerta, ruego mentalmente a todos los santos que conozco y hago tres toques.
Por suerte, es una de las clases que dicta la profesora Christina y a la que por alguna extraña razón le caigo bien; y por desgracia, es la clase de idiomas y la que odio con todo mi pequeño ser porque para nadie es un secreto que mi pronunciación es horrible, hasta a mí me da risa, entonces ya se imaginarán.
Posible razón por la que me dejó entrar: había alguna actividad y ella no quería perder la oportunidad de reírse.
Sí, así es, me dejó entrar, incluso su saludo fue más amable de lo normal al igual que el del resto de mis compañeros. Me sentí algo
incomoda y eso que soy algo extrovertida.Me limito a tomar asiento en el único lugar libre, al fondo, justo donde más detesto sentarme, además a mi lado izquierdo está la chica de ojos marrones, cabello lacio y purpura, no nos tratamos mucho, pero siento que no soy de su agrado y a mi lado derecho el chico nue…
¡¿QUÉ?!
¡Un chico nuevo a mitad de curso!
Okey... empiezo a pensar que todo el show de la amabilidad excesiva era para darle una buena impresión.
Me le quedo mirando como una tonta, quizá porque quiero detallarlo para encontrar alguna posible familiaridad. Es lindo, tiene ojos verdes, un cabello negro que le ayuda a resaltar muy bien su tez blanca y sus rasgos definidos, pero hubo algo que me llamó la atención, su energía, soy buena en percibirla, por lo que puedo decir que la suya no es pesada, es más bien una mezcla de efervescencia, egocentrismo y seriedad... creo.
Al parecer sintió mi mirada porque de repente se giró y sus ojos penetraron los míos con algo parecido a… ¿picardía?
Oh no.
Una punzada para nada agradable se instaló casi de inmediato en mí. Dudo que éso sea normal, o sea, nunca me había pasado.
—Tengo monos en la cara, ¿o qué?—su hipnotizante voz con una nota de diversión me sacó por completo del historial que estaba empezando a formar mi cerebro.
—Sí que los tienes, sino no me hubiera quedado mirándote como tonta—le dije en un tono bajo con una pequeña sonrisa para que solo él lo escuchara.
— ¡Profesora Christina, mi compañera se está burlando de mi aspecto!—no podía creer que el nuevo me estuviera acusando como si apenas tuviéramos ocho años.
—Es mentira, él me preguntó si tenía monos en la cara y pues solo le dije que sí—agregue rápidamente con una tranquilidad increíble, los demás solo se rieron y la profesora miraba la escena como si no lo pudiera creer.
—No sabía que responder a una pregunta era burlarse— dijo la chica de mi lado, sorpresivamente.
—¡Pero se quedó mirándome como tonta!—objetó él, aunque eso no tuviera nada que ver.
Abrí mi linda boca para hablar, pero al igual que Christina me tocó cerrarla porque la misma chica—de la cual me encantaría recordar el nombre—añadió:
—Tampoco sabía que mirar a alguien es un delito—la miré de repente y me pareció ver una pequeña sonrisa malvada que no me esperaba.
—¡Basta!— gritó nuestra querida maestra— compórtense, no son unos chiquillos. Espero que el resto de la clase, los tres, hagan silencio—y continuó con su explicación a cerca de un tema que era completamente desconocido para mí y que al parecer iba seguir siéndolo porque, primero: llegue tarde; segundo: idiomas no lo entiendo ni con dibujitos.
No pasaron diez segundos de silencio debido a que una voz, que se me empezaba a hacer bastante fastidiosa, lo rompiera.
—¡No puede ser que en este instituto permitan que un alumno se burle de otro! Me quejare con los directivos— siguió un silencio de completa confusión, todas las miradas cayeron sobre él como queriendo decir quién te crees, amigo.
—Señor Stevens—suspiró la profesora tratando de reunir mucha paciencia—por desgracia este no es su antiguo instituto, esa queja no será válida porque para empezar, Caroline no estaba diciendo nada que fuera catalogado como burla. Por otra parte, Valery tampoco y para finalizar, su reputación disciplinaria no es la mejor. Así que tome asiento y haga silencio—no le quedó de otra que callarse y poner cara de amargado el resto de la clase.
Y… eso tampoco no me lo esperaba, o sea, yo sí me estaba burlando de él, pero al parecer solo lo notó la del cabello purpura—que ahora sé que se llama Valery— o considerando su reputación, yo soy un ángel y lo que había pasado era una simple tontería para llamar la atención, quizás. En cuanto a la amabilidad de mis compañeros y de Christina al entrar, no me queda duda de que era para molestarme y no para darle una buena
impresión al chico este.***
Nota: Holas. Espero que estén muy bien y les haya gustado el primer capítulo, quizá les parezca algo muy común, pero tranquis, apenas es el comienzo.
Como algunos ya saben es primer vez que me animo a publicar así que pueden haber algunos errores. Es un borrador, pero lo estoy haciendo lo mejor posible, con mucho amor y dedicación.
Gracias por leer y espero me sigan acompañando.PD: las actualizaciones serán una o dos veces por semana.
Mar C.
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Azul con Miel |en Pausa|
Teen Fiction"Nunca es tarde para emprender un nuevo rumbo, vivir una nueva historia o construir un nuevo sueño." Anónimo.