2. I'm a Little Drunk and...

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A veces fingía no entender la razón por la cual aquella fecha era tan complicada para él.

¿Acaso tenia algún sentido el admitirlo?

No. Ninguno.

Aún así, a pesar del dolor oculto tras su profesionalismo, durante la ultima función de aquel año había actuado de manera soberbia.

Lamentablemente aún debía asistir a la fiesta que la compañía había organizado y de la cual esperaba poder marcharse rápido, a pesar de que Susana seguramente opinaría lo contrario. Pero era su pareja en aquella noche y había accedido a llevarla de regreso a casa sana y salva, como condición para que la Señora Marlowe no los acompañará y de esa forma anduviera por ahí, molestando con sus incesantes comentarios.

Todos bailaban a su alrededor y al percatarse de ello, no pudo evitar exhalar con aburrimiento. No era que tuviera ganas de bailar, sino que daría lo que fuera por irse de una vez.

—Si quieres, puedes buscar a alguien con quien bailar —notó la mirada insegura de su acompañante y por mero reflejo intento responder con una ligera sonrisa.

—No —hizo ligeros gestos que apoyaron aquella palabra, mientras la sonrisa desaparecía de su rostro y clavaba la mirada en el cenicero que tenia frente a él.

—Te prometo que no me pondré celosa.

Volvió a sonreír de manera forzada pero esta vez clavo la mirada en ella.

—Estoy cansado —tardo en responder ya que en realidad no estaba seguro de que decir, pero notó que su acompañante comenzaba a ponerse nerviosa—. Eso es todo; quisiera irme a casa —al menos había algo de verdad en su pretexto.

—¡Pero aún no es Año Nuevo!

—Lo sé. Nunca dije que ya nos iríamos. Pero sí, me quisiera marchar tan pronto sea posible.

Era claro que la rubia no estaba de acuerdo, supo que tendría que armarse de paciencia desde que le pidió que le acompañará, aunque en un principio tuvo la idea de ir solo, pero prefirió eso a que todo mundo le preguntara por ella y repetir alguna excusa a absolutamente todos.

Del bolsillo interior de su saco sacó un paquete de cigarrillos, tomo uno y lo encendió, mientras una chica se sentaba junto a Susana y charlaba un poco con ella.

Sonrió al recordar que a ella le molestaba verlo fumando, mientras que a Susana parecía no importarle.

Miro a su al rededor, en busca de algún camarero y al visualizarlo, espero a que este le mirara y cuando eso sucedió, hizo una seña para que se les acercara.

—Whisky doble, solo —pidió y amablemente pregunto si alguna de las mujeres en su mesa deseaba algo.

Su orden no tardo en llegar y de un solo trago lo bebió, antes de rodar el vaso entre sus dedos.

Con atención observo el reflejo colorido de aquella pieza de cristal y sonrió con una pregunta en su mente.

¿Qué estaría haciendo ella en ese instante?

Carraspeo al percatarse de sus cavilaciones ya que había intentado evitar pensar en aquella chica; aún así, deseo que hubiera sido ella quien le acompañara y le alegrara con su eterno buen humor.

El bullicio comenzó en ese instante, todos o casi todos habían comenzado el típico conteo regresivo, mientras meditaba en un único deseo.

Que ella sea feliz.

Se levanto tan pronto escucho a Susana aplaudiendo a su lado y la abrazo, deseándole un feliz año nuevo, para después abrazar a aquella chica de quien no recordaba su nombre. Automáticamente hizo lo mismo con todos aquellos que se acercaron para felicitarlos.

—Si quieres vámonos ya —minutos después, cuando volvieron a estar solos, le alegro escuchar esa sugerencia de labios de su pareja, así que no perdió el tiempo y se levanto, pensando que ni siquiera era necesario despedirse de nadie.

Eran las doce con cuarenta cuando dejo a Susana en su casa y salió tan aprisa como pudo, antes de que le invitaran a quedarse un momento más.

Antes de la una ya estaba de vuelta en la tranquilidad y soledad de su departamento.

Exhaló con una mezcla de sentimientos que el mismo no podía descifrar, pero le alegraba estar de vuelta ahí. En su espacio, en el confort de su hogar.

—Necesito otro trago de whisky...

Aún sin la necesidad de encender la luz, fue hasta el pequeño estante en donde guardaba sus bebidas, sacó una botella y sirvió del contenido en uno de los vasos. Lo bebió de un solo trago y cuando estuvo a punto de volver a servir aquel liquido ambarino, prefirió tomar directamente de la botella.

Entonces sonrió.

—Candy... —dentro de su espacio, se sabía seguro y en confianza, como para poder pronunciar ese nombre sin restricción alguna.

Con calma se sentó en su sofá favorito, puso la botella en la mesita de centro y tomo una caja que esa misma mañana había dejado ahí, aunque en aquel momento no se había atrevido a observar su contenido, pero cuando el reloj marco la una de la madrugada, por alguna razón que no comprendió, declinó a la idea de volver a leer las cartas que ahí conservaba, solo sostuvo la caja durante un par de minutos.

Su mirada fue directo a su puerta mientras comenzaba a sentirse solo y el recuerdo de aquella ocasión en que ella visito su apartamento, lleno cada espacio de su mente.

Fue inevitable el deseo de verla entrando otra vez e iluminarlo todo con aquella sonrisa que solía regalarle.

Tomó otro trago directo de la botella y el mareo que sintió le sugirió lo obvio. Los efectos del alcohol habían comenzado a afectarle.

—Señorita pecas —murmuro—. Nos conocimos durante una noche de Año Nuevo, tal como está —hablaba para ella a pesar de que sabía que no recibiría respuesta, aún así volvió a buscar los cigarrillos y encendió uno—. Me pregunto si alguna vez he cruzado por tu mente —sonrió—. A mí me sucede todo el tiempo...

Su sonrisa se amplio mientras exhalaba el humo de su tabaco y una loca idea se instalaba en su cabeza.

Era ahora o nunca.

Tomo otro trago de whisky y acercó el teléfono que no estaba tan lejos del lugar en que se había sentado.

—¿Operadora? —era una locura, lo sabía—. A Chicago —tal vez ella no estaría en aquella ciudad, tal vez las líneas estaban saturadas, tal vez nadie atendería a su llamada, tal vez ya dormía; aún así, espero y solo volvió a hablar cuando una nueva operaria le respondió—. Comuníqueme con la mansión Ardlay, por favor.

Una oleada de nerviosismo recorrió todo su cuerpo.

¿Qué le diría?

No tenía ni la menor idea, quizá solo se conformaría con escuchar su voz y colgar.

¿Y si alguien más contestaba a la llamada?

—Lo lamento, la línea está ocupada —suspiro sin poderlo evitar—. ¿Desea hacer otra llamada?

—No, gracias...

Colgó la bocina y termino su cigarrillo pensando en lo que haría ahora, pensando en ella y en la opción de escribirle una carta.

No sabía que hacer y como único consuelo, tomó otro trago y encendió otro tabaco, pero segundos después su teléfono timbró.

¿Quién podía llamarle a una hora como esa y sobre todo, en una noche como aquella?

••• • •••
Hola, lindo día.
Disculpen la tardanza, la verdad no me siento bien.
Pero aquí les dejo el capítulo.
Espero les guste, de todas formas, más tarde subiré algo de Que sople el viento
Besos 😘
Monse

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