Ruptura.

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Es 24 de diciembre, he salido muy temprano en la mañana directo al trabajo. El viento sopla con fuerza, apenas me ha dado tiempo de tomar lo necesario para salir a hurtadillas, pues no he querido despertarlo.

Como dije, es 24 de diciembre, nuestro aniversario. Han pasado diez años desde que Hoseok y yo nos casamos, hemos tenido lo que cualquiera llamaría un matrimonio perfecto, los acuerdos entre nosotros siempre han sido completamente naturales.

Pero ayer, en la víspera de nuestro aniversario, hemos tenido lo que fácilmente podría denominar como la peor pelea en diez años. Me considero un tipo blindado en lo emocional, nada en lo absoluto puede traspasar mis paredes.

Nada excepto él.

Nunca he podido manejar el cómo me hace sentir en todos los aspectos, por eso es que huyo. Y eso quizá sea mi segundo más grande problema. Lo de ayer ha sido simplemente una gota que debía derramar el vaso tarde o temprano.

Me encontraba sentado con el mismo libro de siempre entre las manos, página dieciocho, capitulo dos. Era donde escondía mi foto favorita de Hoseok, en cuyo reverso había escrito mis votos matrimoniales, algo completamente estúpido y meloso, algo que jamás leí.

No es que me avergüence de absolutamente nada, pues siempre he amado a Hoseok de una forma que ni siquiera yo logro entender. Pero temo a dejar escapar siquiera un poco de todo lo que provoca en mí, pues sé que el día en que deba dejarlo libre llegará. Nunca he querido ser un obstáculo, por eso me niego a aferrarme.

Hoseok entró sonriente, sentándose con esa gracilidad que siempre me dejaba temblando las rodillas. Acunó su rostro entre sus manos mientras me miraba expectante con una sonrisa delicada a la vez que seductora. Aparté la mirada del libro, cerrándolo de golpe para colocarlo en el primer cajón de mi escritorio.

—¿Está todo bien, Hobi?— dije con mi característica calma.

—Oh, sí que lo está.— dijo con una sonrisa aún más amplia, mientras rodeaba mi escritorio para sentarse en mis piernas, rodeando delicadamente mi cuello con sus suaves manos. — He conseguido entradas para aquella exposición de arte que querías ver, la de las perspectivas de la luz. ¡Son para mañana! ¿No es genial? Puedes venir a casa, ducharte e irnos cerca de las 5:00pm

Sonreí cuando depositó un dulce beso en mi mandíbula, y de repente él vino a mí mente. Pude ver la misma escena de la que yo era protagonista, pero en mi lugar lo ví a él. Me tensé un poco y dejé de sonreír. Aflojé el agarre en la cintura de Hoseok e hice ademán de levantarme.

—Oh, lo siento, Hobi...pero mañana voy a tener que trabajar hasta tarde –era mentira, una estúpida mentira—¿Por qué no le dices a Nam que te acompañe? Así no pierdes las entradas. Por la noche podemos ir a cenar tu y yo.

Algo en mí instalaba esa idea dolorosa, esa idea que siempre se adaptaba a cualquier situación que estuviera disfrutando con Hoseok. La idea que taladraba en mis sentidos diciéndome que no era yo con quién él quería disfrutar, que definitivamente no era yo. Así que siempre, de la forma más sutil que encontraba, terminaba arrojándolo a sus brazos, arruinándolo todo. Y ésta vez no tenía por qué ser diferente.

Hoseok dejó de sonreír ante mi propuesta –el primer golpe–, las manos que apresaban mi cuello lo dejaron libre como si de pronto quemara, se puso de pie con la mirada gacha, asintiendo de manera casi imperceptible.

— Hobi, lo siento, yo— traté de tomar una de sus manos, pero él se movió abruptamente, evitando que siquiera pudiese rozarlo.

— Está bien. — dijo sin mirarme, comenzando a caminar hacia la puerta. Podía escuchar su respiración agitándose —Voy a ducharme y luego a dormir. La cena está servida, yo no tengo hambre.

—Hobi — ésta vez fui más rápido y pude tomar su mano, evitando que saliera del estudio—. Podemos ir a cenar por la noche, haré una reservación en tu restaurante favorito, ¿Qué dices?

En ese momento, giró su rostro hacia mí. Sus ojos se cristalizaron al mirarme, soltó el picaporte y se liberó de mi agarre delicadamente mientras en su rostro aparecía el primer rastro de sus lágrimas cayendo –el segundo golpe–.

—He dicho que está bien, Yoongi. Todo está bien. No es necesario que hagas ninguna reservación —dijo reanudando su andar fuera de la habitación.

—Hobi, por favor...— insistí. Una parte de mí quería decirle por qué hacía todo eso, tomar su delicado rostro entre mis manos para limpiar cada una de sus lágrimas con besos. Pero la otra parte, esa estúpida parte que representaba una tortura, me pedía dejarlo libre. Permitir que él fuera conciente de lo que realmente anhelaba y dejar que siguiera su camino. Uno en el que definitivamente yo no figuraba.

Pero él me dió el tercer golpe, el tiro de gracia. Giró sobre sus talones antes de cerrar la puerta y me miró, sus mejillas empapadas y un creciente hipeo que lo hacía temblar mientras hablaba.

—Basta Yoongi, no hay nada que celebrar de todas formas. Estaré bien. — dijo con la voz aguda y cortada, con lágrimas brotando sin que pudiera detenerlas, cerrando la puerta tras él.

Me quedé ahí parado con un dolor punzante en mi pecho. Un dolor que me decía a mí mismo que debía soportar para que él por fin retomara su camino.
Tomé una ducha rápida para despejar mi mente de cualquier arrepentimiento, convenciéndome de que era lo correcto. Me dirigí a nuestra habitación para por fin dormir, quizá podría apaciguar las cosas ahora que había pasado un rato. Pero la puerta estaba cerrada desde dentro. Y antes de que pudiera hacer cualquier cosa, lo escuché sollozar.

Me detuve en seco, sintiendo algo estrujarse en el interior de mi pecho, podía escuchar el sonido ahogado de su llanto, muriendo contra la almohada, en la oscuridad de la habitación.

Me asaltó el miedo, quería llegar a él a como diera lugar. Pero de nuevo estaba ahí, de nuevo su fantasma estaba ahí, mirándome mientras sonreía "¿De verdad piensas que te necesita a ti? Vamos, Yoongi. Déjalo en paz. Él jamás ha sido tuyo".

Y ahí estaba yo. Con esa pasividad de siempre, deseando hacer todo pero sin hacer nada. Me tumbé en un sofa de la sala, el que daba directo a la puerta de nuestra habitación, sintiendo un escozor en la garganta y un vacío en mi interior. 

No habíamos necesitado de gritos o cualquier otra falta de respeto, ni siquiera parecía haber sido una pelea convencional como las que mantienen la mayoría de las parejas. Pero su mirada dolorosa y palpitante, la amargura con que sus ojos me habían atravesado antes de cerrar la puerta y aquel estúpido bloqueo que me embargaba con todo lo que provocaba en mí, el desborde de sensaciones que no me atrevía a mostrarle y que él atinaba a interpretar como una helada indiferencia...eso había sido suficiente.




Mi lugar eras tú.| YOONSEOK |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora