Capítulo 21

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Cameron había tenido razón. El interior de la casa se veía aun peor. El envejecido y polvoriento piso de madera crujía a cada paso que Alejandra daba, protestando o alegrándose de que finalmente alguien lo pisara. El comedor y único ambiente que se podía ver ni bien uno pasaba por el umbral de la puerta de entrada, solo contenía una mesa con cuatro sillas y un viejo armario de madera, que a duras penas parecía mantenerse de pie, y en uno de los extremos la pared del fondo de la habitación había una gran chimenea con restos de cenizas mezclada con pedazos de leña vieja, polvo y tierra acumulados por el tiempo.

Hacia la derecha se encontraba otra habitación de similares dimensiones que hacía a la vez de cocina, lavadero y despensa. Y a pesar de la suciedad que todo lo cubría, era fácil adivinar que sin dudas ese era el lugar más cálido de la casa.

La cocina económica sobresalía de todo lo demás y no era que Alejandra supiera algo de su uso, sino que había visto una en el campo que pertenecía a la familia de su madre y tenía una cierta noción de cómo funciona. No había ni armarios ni alacenas como en cualquier cocina tradicional, pero sí las paredes estaban cubiertas de estantes en donde todavía se encontraban algunos enseres de cocina. Suspendidos sobre la cocina económica se encontraban colgados cacharros, ollas y sartenes, que por supuesto todo estaba cubierto del polvo que había penetrado hasta en el último rincón.

Hacia un costado de la cocina económica se hallaba una pileta empotrada en la pared, con el caño de desagüe debajo de ella que atravesaba la pared hacia algún lugar del exterior. Alejandra se acercó a ella e impulsada solo por una tonta curiosidad, hizo girar la canilla, pero con gran desilusión Alejandra no vio salir nada, ni una sola gota. Volvió a cerrarla y sin darse por vencida intentó nuevamente girando la canilla.

Esta vez se pudo escuchar un sonido extraño, como un soplido, como si el aire dentro de la cañería hubiera estado atrapado ahí por siglos e intentara salir. El sonido era cada vez más fuerte, más cercano, anunciando que algo más que agua se acercaba. De pronto un ruido equivalente a un burbujeo mezcla de aire y agua hizo explosión en la salida de la vieja canilla expulsando un líquido espeso y arcilloso. La cañería parecía querer explotar al intentar expulsar toda esa agua sucia y maloliente, chorros de agua amarillenta y aire pujaban por salir a la vez, hasta que el agua poco a poco se fue aclarando y los sonidos extraños provenientes de la cañería se convirtieron solo en el sonido del agua limpia dentro de la pileta enjuagando y arrastrando toda la suciedad.

Al principio Ale se sobresaltó y luego tan solo sonrió, no pudo saber porque el simple hecho de ver salir agua limpia la reconfortó de esa manera, pero de lo que sí estaba segura era de que el agua definitivamente ayudaría a limpiar la casa, arrastrando la tierra y el polvo de cada rincón.

Pero ¿Cómo se accedía a la planta superior?

Claramente sorprendida Alejandra respondió a su pregunta cuando salió al patio trasero por la puerta de la cocina, para encontrarse con una galería que recorría el largo de la casa en cuyo extremo se hallaba la buscada escalera que conducía al piso superior.

Sin dudas la casa seguía sorprendiéndola, pero a su vez la intrigaba. ¿A quién pertenecía este lugar?

El piso superior no estaba en mejores condiciones en cuanto a la limpieza que el inferior, pero aun así Ale no se desanimó.

Había dos dormitorios, el más espacioso contenía una cama matrimonial con respaldar de bronce y un cubrecama tejido al crochet con cuadros de distintos colores. A los pies de la cama un baúl sostenía otra manta sobre él y el viejo ropero de tres puertas de madera oscura frente a la cama y la mesa de noche al lado de la misma, conformaban el único mobiliario de esa habitación.

El informanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora