Algún lugar en New Hampshire, cerca de Maine; 26 de Septiembre, 23:47
Surgió de la nada, tejido de la luz que cruzaba las hojas de los árboles, y de las mastodónticas sombras que estas proyectaban. Si lo hubiesen visto, habrían jurado que era un demonio. Un demonio pensado para despertar los más bajos instintos de los que lo viesen. Su piel, antes olivácea, estaba pálida, y su rostro era anguloso como un cristal de cuarzo. Sin duda, su belleza era digna de admirar, el niño parecía una de las esculturas de Miguel-Ángel, o uno de las obras de Da Vinci. Su cuerpo era delgado, musculoso, más no abultado. Su ropa era oscura, en tonos grises y negros, luces pálidas revoloteaban a su alrededor, haciendo destellar sus los adornos de plata que llevaba al cuello. Se movía rápidamente entre los árboles, con el único objetivo de encontrar una de esas jodidas piedras. Eso era lo que Circe y Atenea le habían dicho, que llegase hasta Portsmouth y avanzase hacia el norte. ¿Se habría desviado hacia el oeste? Si es así, podría estar llegando a Laconia.
Se sentó, y abrió un libro negro que llevaba con él. Leyó y releyó las páginas hasta saber pronunciar esas palabras, y le murmuró al viento a la tierra y a la marea, con voz rasposa como los riscos de las Rocosas-- La tierra que es parte de mí, la puedo sentir. El aire que es mi aliento, lleva mi mensaje contento. El fuego que es mi alma, a mí no me engaña. El agua que es mi sangre, lejos lleva el mal talante. De los males protegido, los elementos guían mi camino.-- Una ligera brisa se levantó en aquel instante, sacudiendo desde las ramas hasta el sotobosque, y Nico supo que camino tomar.
Estaba seguro de que lo guiarían por un camino seguro a su destino, así que se puso en marcha. Escuchaba las voces de todo y de todos, la voz del todo y de cada individuo. Las rocas, los árboles, las luciérnagas, los riachuelos, todo estaba en sintonía con su cuerpo, mente y alma. Sentía su sangre en sus venas correr, tanto como él, cargada de la excitación abrumadora que sentía. Su consciencia quedaba en segundo plano, lo que movía su cuerpo eran sus instintos, que estaban en sintonía el bosque. Era casi animal.
Una sonrisa se extendió por sus labios, y en ese momento, se dio cuenta de que llevaba corriendo mucho, y de que estaba gritando. Necesitaba liberar el éxtasis de alguna manera, y su cuerpo lo hizo. Casi no se dio cuenta de lo que pasaba a su alrededor, sólo imágenes borrosas del bosque y de él mismo saltando una valla, para que, casi dos horas después, llegase a una carretera. Allí él tomó el mando, y el pensamiento de ir en dirección al oeste se deslizó en su mente.
Empezó a andar, exhausto, siendo ya las dos de la mañana, encontró dos enormes piedras al lado del camino, y sintió sus dedos cosquillear en anticipación. Sabía que la barrera estaba allí, así que murmuró unas palabras-- Et occultatum revelare-- Una luz apareció en el aire. El trazo de luz se movió perezosamente, formando un complicadísimo sigilo, que, por lo que estaba escrito en el grimorio, era un sigilo para mantener la puerta cerrada, y el hechizo era reciente, podía sentirlo. Alzó sus manos, y siguió los pasos que estaban descritos en el grimorio.
Las palmas extendidas de sus manos viajaron a lo largo del sigilo, cortando, girando y cambiando líneas. Su expresión era de calma, necesitaba dejar solamente el pensamiento de los sigilos en su mente, verlos cambiar, pero los rostros de sus amigas se acercaban a su mente. Estaba demasiado inquieto, devolvió el sigilo a su estado original y se sentó. Nadie jamás lo supo, pero una lágrima se deslizó por su rostro, siguiendo la línea de su nariz, para posarse en sus labios.
El salado sabor de la impotencia acabó por recordarle una cosa. Él ya no era ese niño perdido en el tiempo, que perdió a su hermana, a su familia, y se dejó manipular por Hades. Él era Nico Di Angelo, y un estúpido dibujo no iba a evitar que llegase a su destino, por quienes quería se estaban arriesgando. Se arrodilló. Mirando al suelo con la cabeza gacha, una sonrisa macabra se dibujó en su rostro. Se puso de pie, y pronunció las palabras-- Et occultatum revelare-- Esta vez iba a ser más difícil que eso. -- El poder de mis ancestros invoco-- Una ráfaga de aire le sacudió el cabello-- A los elementos, mis aliados, convoco-- Pequeñas esferas de luz dorada se acumulaban a su alrededor-- Abrid la puerta, llego al refugio, mi sangre es la prueba, el lugar no perturbo-- Las luces eran cada vez más, y el aire soplaba cada vez con más fuerza, el hechizo avanzaba-- Romped el sello, la pena no es capital-- Extendió sus manos hacia el símbolo-- Uso mi energía en la magia ancestral-- El sello se hizo añicos, como un cristal golpeado por una bala, y toda la magia se liberó, como un torrente de luz que se levantó hasta el cielo, los vientos de las cuatro esquinas se desataron, la energía mágica se liberó con la fuerza de mil oleajes, y la luz de mil candelas. El muchacho de negro no se vio afectado por todo aquello, y casi impasible, tomó su macuto, su espada negra y su grimorio y cruzó la barrera. Nico di Angelo había llegado a Coven Hills.
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Nico Di Angelo. Brujo.
FanfictionSon cuatro muchachos que llegaron a Coven Hills de diferentes maneras, pero son mucho más que eso, son semidioses, son brujos, son una familia. Oc!Male x Nico x Oc!Male Contiene homosexualidad, violencia, lenguaje explícito y alusiones y o ofensas r...