Tarde

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—Perdón por llegar tarde—me disculpo mientras camino hacia el primer asiento vacío que encuentro cerca de mis amigas.

Después de interrumpir en la clase, me siento en silencio al lado de Camila. No quiero darle más razones al profesor para que me desapruebe. Sin embargo, mi cabeza está en otro lugar. O en varios. Mis pensamientos viajan desde el regalo de cumpleaños de mi hermana hasta el color de esmalte que voy a usar para las uñas de mis pies.

—Nena ¿Estás loca? —me pregunta Camila ni bien ponemos un pie fuera del aula—Sabes que el profesor odia que lleguemos tarde.

—Si, ya sé. No me lo recuerdes. Estuve media hora buscando un lugar para poder estacionar, el más cerca que encontré fue a 7 cuadras y…

—Disculpe señorita Martínez, ¿puede acompañarme un segundo, por favor? —me interrumpe el profesor en tono severo.

—Si, por supuesto—respondo totalmente asustada.

—¿Es usted consciente de la cantidad de faltas que tiene en esta materia?-me pregunta cuando estamos lejos del bullicio de alumnos saliendo de sus aulas- Una llegada tarde más y va a tener que recursar la materia. Y por más que quiera evitarlo, de lo cual no estoy seguro, no puedo. La única forma de justificarlo es con un certificado de empleo, que a juzgar por su expresión asumo que no tiene.

—No, no para este horario por lo menos.

—Bueno, entonces evite llegar tarde nuevamente a no ser que no tenga intenciones de terminar la carrera. Buenas tardes—dice despidiéndose.

Una mezcla de sensaciones me invade. Puedo reconocer solo dos: Frustración y cansancio. Me despido de mi amiga sin muchos ánimos y me dirijo hacia el bar de la facultad. Tengo tiempo de disfrutar de un aperitivo y regodearme en mi miseria por un rato. Si no logro llegar más temprano a las clases, es probable que no pueda seguir trabajando.

—Hola Cholo, lo de siempre por favor— le digo al camarero cuando me siento en una mesa.

—Sus deseos son ordenes señorita—bromea, como siempre—¿Todo bien? Te veo medio rara.

—Algo así. Si no empiezo a llegar temprano a la materia de los Jueves, la recurso. Y ¿sabes que es lo peor? ¡Que no salgo tarde de mi casa! Es que parece que los jueves a todo el mundo se le da por venir en auto y nunca encuentro lugar para estacionar. —Me descargo con mi amigo mesero en voz alta sin importarme los pocos clientes que disfrutan un café a esa hora.

—Y supongo que el colectivo no es una opción…

—No para mí. Me termina saliendo más caro entre el tren, el subte y el colectivo, no puedo darme el lujo de gastar tanto y además, llegaría más tarde de lo que lo hago ahora.

—Bueno, suelen decir que los Café de Julito resuelven todos los problemas así que… marche uno bien cargado—grita lo último dirigiéndose a la cocina mientras se aleja.

Dejo que haga lo suyo, y me regaño mentalmente por deprimirme tanto. Al fin y al cabo es solo una materia… puedo cursarla de nuevo y cambiar de profesor… pero esa opción no termina de convencerme.

Busco el teléfono en mi mochila y le mando un mensaje a mi mamá avisándole que voy a llegar unos minutos más tarde. Dejo las explicaciones para después, cuando esté en casa.

Al instante llega Cholo con mi mágico café y las gloriosas medialunas que preparan en el lugar. Le agradezco y me dedico a mirar por la ventana mientras disfruto de mi pausa diaria. Este café sí que obra milagros y eso que todavía no lo probé.

Antes de que pueda siquiera comenzar a tomarlo, una mano con un trozo de papel aparece en mi campo de visión. Ni siquiera me deja apoyar la taza en la mesa para levantar la vista que ya había desaparecido por la puerta, dejando como prueba de su corta presencia allí el olor de su perfume.

Sin pensarlo dos veces abro el papel dividido en dos para encontrarme con un número de teléfono y una corta dedicatoria. Es tu día de suerte; un extraño acaba de resolver todos tus problemas. Encontrame mañana a las 14:30 en la puerta de este bar.

Un poquitín modificado

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