Reflectores apagados.

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-¿Eloísa? ¿Nos escuchas?- Eloísa pudo escuchar una voz extraña, grave y calmada, poco a poco abrió los ojos y quedó deslumbrada por la luz que entraba por sus ojos, directo de una pequeña lamparita de bolsillo, pudo escuchar el vibrar de los equipos del cuarto y una lámpara que sonaba extraño en el techo.
Miró a su alrededor y quiso enderezarse pero el dolor en su cabeza lo impidió, fue una punzada espantosa que la hizo quejarse y llevar sus manos a la cabeza. Sus manos... En una tenía una pulsera de identificación y en la otra una cánula con suero y lo que posiblemente serían medicamentos.
-¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi mamá?- pronunció débil y quedito.
-Tuviste un accidente, pequeña- sintió sobre su hombro la mano fría de una mujer joven que se acercó a ella con una jeringa llena de un líquido transparente y la introdujo en su bolsa de suero, su voz era suave y calmada. -Pero estarás bien, en un momento podrá entrar tu mamá, está hablando con la policía, también querrán hablar contigo pero sólo si te sientes mejor ¿Recuerdas qué sucedió?-
La cabeza de Eloísa daba vueltas, tenía ganas de vomitar, sentía mucho dolor. -Yo... Estaba bailando, recuerdo terminar la pieza y los aplausos, recuerdo verme en el suelo y comenzar a llorar... Después recuerdo a mi mamá frente a mi y cómo la luz del reflector que me seguía se apagó encima mío...pero nada más.- dijo con algo de pesar y la voz entre cortada.
-Tranquila, no te forces, poco a poco irás recordando y el médico necesita hablar contigo.- la enfermera le sonrió y se retiró junto con el médico que venía con ella.
Eloísa no entendía nada, buscó su celular con la vista y no lo pudo encontrar, en la puerta vio una silueta que parecía reconocer y se asomaron los ojos de Natalie, su mejor amiga, quién entró rápidamente al cuarto y la miró.
-Estás despierta, que alegría- su voz se escuchaba cansada, preocupada y desgastada, llevaba la misma ropa que cuando la vio por última vez, antes de entrar a los bastidores del teatro, pero estaba un poco despeinada y ojerosa.
-¿Nat? ¿Qué... Cuánto tiempo llevo aquí?- dijo Eloísa confundida.
-Día y medio, estabas dormida...siempre has sido demasiado floja ¿te lo había dicho antes? Me sorprende que seas bailarina porque deberías ser más activa, pero te encanta dormir... Ten.- Natalie le extendió a escondidas su celular, Eloísa entendió que debía ocultarlo tras las sábanas que la cubrían.
-Siento que todo el cuerpo me duele ¿traigo algo en la cabeza? Porque me revienta, curiosamente las piernas no me molestan- dijo intentando quitar las sábanas de su regazo pero su amiga detuvo su mano.  -Amiga... Quizás será mejor que esperes al doctor... Yo no sé muy bien cómo explicarte.
-¿explicarme qué?- preguntó Eloísa asustada, pero se vio interrumpida por su mamá que entró al cuarto, seguida de otro doctor un poco mayor al anterior, su padre y su tía.
Todos tenían cara de cansancio y preocupación, así que Eloísa comenzó a sentirse preocupada también.
-Hola Eloísa ¿como te sientes?- habló el doctor primero.
-Yo... Bien, supongo, me duele todo, la cabeza sobre todo, pero increíblemente mis piernas no, supongo que eso es bueno, no tengo nada roto allá abajo ¿cierto?- Intentó sonar positiva, aunque moría de nervios, nervios que nunca antes en su vida había sentido, no se comparaban a los de una competencia o a los de una presentación. Estos nervios helaban sus huesos y ponían sus pelos de punta, pero ninguna sensación anterior podía ser referencia a la que sentiría a continuación.
-Mira, Eloísa...- continuó el doctor, su madre corrió a tomar su mano como de costumbre, ahí supo que lo que venía, no podía ser bueno.
-Tu compañera Anne te empujó del escenario, fue una caída bastante fuerte, golpeaste tu cabeza contra una butaca, lo que tienes es un trauma craneoencefálico. Si bien, te dimos algunas puntadas, ese no es el mayor de tus problemas.
Eloísa miro a su madre quien ya no contenía las lágrimas por más que luchaba para no desmoronarse ahí mismo.
-El golpe que recibiste afectó una de las áreas motoras de tu cerebro, causado por una fuerza externa que puede producir una disminución o disfunción del nivel de conciencia, te desmayaste y conlleva  una alteración de las habilidades cognitivas, físicas y/o emocionales del paciente. Como vemos, tu capacidad cognitiva está bien, lo emocional es lo de menos...-
Eloísa interrumpió al doctor. -Eso quiere decir que...- Eloísa se soltó del agarre de su madre y se quitó las sábanas de encima, miró sus piernas y sus pies...Parecían normales.
Las tocó con sus dedos pero no sentía nada, pasó sus uñas y tampoco, se dio un par de golpecitos y nada.
Intentó moverlas, quizás sólo estaban dormidas, pero por más que se esforzó, nada sucedía.
Su respiración comenzó a agitarse, las lágrimas salían de sus ojos como dos fuentes, a borbotones.
-Calma, calma Eloísa- le dijo al doctor intentando que la chica se tranquilizara. Ella lo miró, miró a su madre, a su padre, a su tía y a su mejor amiga, en busca de alguna respuesta, de que le dijeran que sólo era anestesia, de un rayo de esperanza para saber que todo saldría bien, pero en sus miradas sólo había pena y tristeza, no consiguió ni una sola palabra de ellos.
Eloísa sintió como era desgarrarse por dentro por primera vez, comenzó a golpear sus piernas en busca de alguna sensación, nada.
Su madre la apoyó en su pecho y tomó sus manos, la abrazó y Eloísa soltó un grito desolado y ensordecedor, seguido de una incontrolable ira y desesperación, no podía dejar de llorar, empezó a hiperventilar y en un movimiento brusco cayó de la cama, su madre la sostuvo y su padre la cargó para volver a subirla, pero Eloísa aún tenía la sensación del helado piso de debajo del escenario, nada tan distante del piso del hospital.
-¡enfermera! ¡Enfermera!- gritó el doctor. La enfermera cálida de antes entró corriendo a la habitación con otra jeringa aún más grande.
-Tranquila, corazón, esto te calamará. - miró a la gente que rodeaba a Eloísa -necesito que salgan por un momento de la habitación, por favor.
Su madre la soltó y su mejor amiga se apartó de su lado, Eloísa volvió a gritar desesperada.
-¡No me dejen, no me dejen, por favor! Saquenme de aquí.-
-Respira, por favor, no puedes ponerte así- le dijo su padre antes de salir del cuarto.
-Eloisa tranquila, tomarás terapia y quizás vuelvas a caminar.- le dijo el doctor anotando la medicina que le habían puesto en el suero en su historial.
-¿Pero volveré a bailar?- preguntó con los ojos pesados, el doctor la miró y salió frío por la puerta.
Parecía nadie entender a Eloísa, no se daban cuenta que estaba perdiendo lo más valioso en su vida de un tajo, que todos esos intentos de querer volar, se encontraban frustrados por la maldita gravedad.
Eloisa luchaba por no quedarse dormida, pero el medicamento en el suero invadía su torrente sanguíneo llegando a su sistema nervioso central, obligándola a irse.
-Maldita gravedad...

Broken stepsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora