I. Llámalo fé, llámalo karma.

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A Tony le molestaban muchas cosas.

Una de ellas, sin duda, era el sonido agudo y sintético que producían algunas alarmas y notificaciones de dispositivos electrónicos. O el pesado olor a humedad que solían almacenar algunos objetos cuando pasan mucho tiempo guardados, y con el tiempo quedan olvidados. También le causaba descontento el desinterés hiriente y mal intencionado que expresaban algunas personas sobre los sentimientos de otras.

Pero aquello que más le molestaba, por encima de todo, era el tiempo de espera. El tiempo de espera era lo peor. A penas y podía soportarlo, mucho menos formar parte de él.

Tony solía pensar que nunca habría tiempo suficiente para completarlo, y las personas permanecen tanto rato en él que muchas veces olvidaban porqué aguardaban. Permaneciendo en un reposo tortuoso y voluntario; donde la mente suele tantear terrenos inexplorados; caminos que, por lo regular, jamás se abordarían en el pensamiento.

El tiempo de espera muchas veces provocaba un sentimiento de culpa; instalándose como un pesado bloque sobre su pecho, acompañado de una serie interminable de imágenes desfilando por su memoria, proyectando algunos de sus actos más penosos del pasado.


La nube de estos nuevos pensamientos se disipó en cuanto notó que la imagen frente a sus ojos cambiaba. La persona que aguardaba frente a él en la fila de espera, había avanzado uno o dos espacios, así que él hizo lo mismo.

Respiró con profundidad, y con suavidad pellizcó el puente de su pequeña nariz. La persona delante de él pareció girarse un momento y sonreírle de manera cordial, Anthony regreso el gesto por educación, y no por el hecho de sentirse especialmente alegre.

Su pierna derecha comenzó un movimiento de ascenso y descenso a gran velocidad, apoyando únicamente el peso sobre la parte delantera de su pie, un acción derivada directamente de la desesperación del momento de espera. A su estado de intranquilidad, se sumó el  tamborileo incesante con la punta de los dedos, repiqueteando sobre sus muslos cubiertos por unos jeans oscuros.

La mirada avellana se dirigió, después, al muro ubicado a unos cuantos metros delante de él, específicamente, el gran reloj digital del centro, con números grandes, rojos y cuadrados.

Doce treinta y siete. Había transcurrido ya una hora desde su llegada al establecimiento, y veinticinco minutos de la última vez que había consultado la hora.

Todo este lapso le había servido, únicamente, para confirmar la primera de sus teorías: el tiempo de esperaba convocaba a las ideas más excéntricas y poco habituales en el interior de su cabeza.


Honestamente, Tony no sabía cómo había terminado enfrascado en su situación actual. Alguna parte de él, creyó que en víspera de Navidad sería una excelente idea pasear por el centro e ir a tomar un desayunado decembrino. Aún mejor, porqué no probar aquella cafetería con tan buena reputación, de la cual todos expresaban maravillas, sobre su estilo vanguardista con un toque casero.

Poco acostumbrado, a lo caótico que suelen ser los lugares públicos en Navidad, haciendo énfasis en los sitios que vendían chocolate y postres. Anthony se animó a visitar el pequeño restaurante a las once de la mañana. Considerando que sería un momento oportuno para el desayuno, puesto que la mayoría de la gente desayunaba temprano.

Evidentemente, jamás espero encontrase una fila que daba dos vueltas fuera del local. Aunque, tampoco imaginaba que él decidiría esperar por su turno y tomar un café del lugar mismo, pese a su mala experiencia y poco deseo de hacer una fila para esperar.

Esto lo remontaba al tiempo actual, quejándose de su situación y compadeciéndose a partes iguales. Detestaba cada minuto, y cada idea anterior a este momento, especialmente, la opción de esperar elegida por el Tony del pasado. Pero ahora era trade para abandonar su lugar  y aventurarse a conseguir un café más rápido, en un lugar sin tanto furor por las fiestas.

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2021 ⏰

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