-¡Volviste Laurenzo!-
Era jueves, aún seguía el calor del verano, no había ninguna brisa cerca para apagar aquél calor infernal, solo ropa fresca y aire acondicionado ayudaría en días como estos.
Lauren rodó los ojos, odiaba que la llamen así. Odiaba que se equivoquen en su nombre o apellido, no era tan difícil como para inventar un nombre el cual no existía.
-Buenos días Jauregui- saludó una gran sonriente Normani, nadie sabía de su buen humor a tan temprana hora. Siempre parecía que estaba de mal humor, pero solo era porque faltaba comida en su sistema.
Lauren saludó a sus amigas, feliz por volverlas a ver. De verdad que las extrañaba e incluso el infierno que se hacía llamar colegio.
Todas hacían como si fuera un día normal, como si nunca hubiera faltado la chica de ojos claros, solamente que la ponían al tanto de lo ocurrido en su ausencia.
Aún tenían unos quince minutos libres antes de entrar a clases, hablaban y hablaban, riéndose en algunas situaciones divertidas que ocurrió en la ausencia de su amiga.
Mientras hablaban, alguien había chocado contra Lauren -Volviste- habló una sonriente Ally llena de felicidad por el regreso de su amiga.
Lauren sonrió y la abrazó, feliz por volver al infierno que compartía con sus amigas.
Camila corría por las calles, sus piernas estaban que gritaban para que se detenga, su corazón latía y latía sin parar, su garganta en cada paso estaba más seca. Solo ignoraba a su cuerpo, no podía llegar tarde.
Si llegaba tarde sería ya el tercer día en la semana que lo hacía, si volvía a llegar tarde la sacarían del equipo.
Camila solo se concentraba en correr más fuerte, pero las ganas de llorar la consumieron. Detuvo en seco sus pasos, sus piernas agradecidas de que la tortura terminó, tanto su corazón como respiración intentaban volver a la normalidad.
Sus lágrimas caían y caían, estaba cansada de ser una fracasada.
Empezó a caminar lento, sin importar aquella estúpida tardanza, se le hacía tan estúpido que no puedas llegar tarde a un lugar en donde te encerraban por horas y horas, en donde te educaban con lo que ellos querían sin importar si te serviría a futuro o no. Lugar en donde no te dejaban ser libre y feliz.
Sus pasos eran cada vez más lentos y pesados.
¿De verdad tenía que ir al colegio?
Esa era una pregunta que tenía estancada desde hace varios meses, ni siquiera sabía si quería seguir estudiando.
Solo quería vivir la vida, explorar cada rincón del mundo sin miedo a que algo malo ocurra, explorar y aprender en el camino de una nueva aventura.
Era su último año de colegio y aún no tenía planeado su futuro. Todas sus amigas lo tenían, algunas seguirían estudiando, otras estudiarán y trabajarán, ella simplemente tenía un sueño que sabía que nunca lo podría cumplir. Viajar por el mundo.
Y ahí estaba, parada enfrente de la puerta del infierno, no había nadie a la vista, podría irse tranquilamente pero sabía que no podía hacer eso.
Suspiró y entró sin miedo, tragandose y secándose toda evidencia de rastro de lágrimas en su rostro.
Caminó por los pasillos, mirando para todos lados para que nadie la vea.
-Cabello- el corazón de la pobre chica se detuvo, tenía miedo hasta de respirar -Karla Cabello- no se movió de su lugar, simplemente rezaba internamente para que la dejen ir -Señorita le estoy hablando-
Camila maldijo internamente por apagar la alarma y confiar en que se despertaria en cinco minutos, maldijo también por mentirle a su madre que ya estaba lista, maldijo por echar a su hermana menor porque la quería despertar. Ya era la tercera vez en la semana que llegaba tarde y la sacarían del equipo de porristas.
Se tragó el gran nudo que se le había formado en la garganta y aceptó su castigo, miró al suelo y se dio la vuelta, tenía miedo de ver los ojos de enojo de su profesora.
No hubo ningún regaño, ningún grito de enojo ni nada, solo hubo una gran risa. Camila confundida levantó la vista, suspirando de alivio al ver solamente a su amiga.
-¡Dinah eres una estúpida!- pisó fuerte el suelo y siguió su camino hacia el gimnasio.
-¡Era una broma Cabello!- gritó viendo como su amiga desaparecía por los pasillos -¡No seas aguafiestas!-
Camila suspiró y siguió su camino ignorando a Dinah, a veces le molestaba su actitud de niña pequeña.
Camila maldecia en silencio por llegar tarde y sabía que iba a recibir un castigo por ello, solamente rezaba internamente que la profesora llegara tarde como la última vez.
-Cabello- paró en seco su pasos -Llegó tarde de nuevo-
-Mierda- murmuró con la cabeza cabizbaja.
Siempre soñaba con aquél deseo de libertad que siente una persona sin preocupaciones, sin preocuparse si tiene tarea o proyectos que hacer, sin preocuparse a que alguien la regañe por equivocarse. Sin preocupación en absoluto. Siempre soñaba con la vida solucionada en donde todo era perfecto y en donde todo encajaba a la perfección.
Ni siquiera quería ser porrista, se le hacía tan estúpido saltar, dar vueltas y siempre tener una sonrisa falsa en el rostro. Lo hacía por el sueño frustrado de su madre.
Toda su familia era buena en un deporte, cada uno de ellos (hasta su hermana menor lo era); ella simplemente se cansaba de esa vida agitada en donde todo era una farsa. Estaba cansada de ser una porrista, todo porque su madre quedó embarazada y tuvo que dejar su sueño para dedicarse a la crianza.
Ni siquiera era una buena porrista, siempre la dejaban a lo último o se burlaban de ella por su torpeza y porque siempre tenía las manos sudadas por los nervios. Odiaba tanto los deportes y ejercicio.
Solo quería desaparecer o simplemente descansar.
-¡Cuidado!-
Antes de que pueda hacer un movimiento, una pelota chocó contra su cara.
-¿Camila estás bien?- una de sus compañeras se acercó rápidamente al ver que no se levantaba del suelo.
Escuchaba todo distorsionado, la visión estaba borrosa, no podía distinguir bien lo que ocurría a su alrededor y de la nada se tornó todo negro.
-Hay que llevarla a enfermería, tu llevala..-