Capítulo I

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Killaria despertó como habitualmente lo hacía. Alarmada.

¿Porque? Porque su madre había decidido, ya hace un tiempo, colocar una campana en el pasillo. Así que cuando ella despertaba junto con el sol, lo primero que hacía era sonar la campana para que los demás miembros de la familia despertaran.

Se incorporó en la cama con pereza. Agradecía que su madre ya no irrumpa en su habitación como solía hacerlo años anteriores. Ella decía que la pereza era el peor de los pecados capitales. Que convertirse en un perezoso era lo más bajo que cualquier ser podía caer.

Se levantó y extendió la mano hasta el perchero al lado de su cama, donde descansaba un albornoz. Se lo colocó sobre el camisón holgado, de un rosa desgastado que llegaba a parecer blanco sucio.

Caminó hacia el pasillo dirigiéndose al baño. Una vez allí, giró un grifo y el agua caliente comenzó a llenar la bañera. Cuando el agua llegó a una altura aceptable se desnudó y se metió.

Sus ojos se incrustaron en su cuerpo bajo el agua, sus grandes pechos, su plano abdomen, y sus no tan largas piernas.

Su madre le había explicado ciertas cosas que según ella, "le serían útiles cuando se transforme en una mujer". Ese tipo de cosas que con tan solo escucharlas la hacían sonrojarse hasta el punto de parecer un elfo enojado. No se imaginaba como sería realizarlas.

Luego de veinte minutos de pensamientos salió de la bañera, se colocó una bata de baño y se encaminó a su habitación.

Se puso un vestido azul y las botas marrones que había heredado de su madre. Su familia no tenía el dinero suficiente como para darse lujos. Peinó su largo cabello negro en una desordenada trenza y se dispuso a ir a desayunar.

Caminó por el corto pasillo color crema hasta llegar al final y bajar la escalera.

Una vez abajo vio a su madre escribiendo en un papel, cuando su madre notó su presencia se volteó hacia ella y le extendió lo que parecía ser una lista de compras.

-Debes ir a el mercado ahora mismo y conseguir todo lo de la lista.-

-Pero aún no he desayunado.- le respondió Killaria con su ceño fruncido.

-¿Y con que ingredientes quieres que te prepare el desayuno? Si te mando hacia el mercado ahora mismo es por algo, chiquilla tonta.-

-De acuerdo madre, discúlpame.

Killaria tomó la lista y el dinero que su madre le entregó y partió rumbo a el mercado.

Iba disfrutando de su caminata cuando escucho que alguien gritaba su nombre. Al voltearse se encontró con la silueta de su amiga que venía corriendo hacia ella.

-Hola Kira.- saludó a Killaria una vez que se encontraba a su lado.

-Buen día Éltria.-saludó de igual forma.

-¿Te diriges a el mercado?-

-Si, ¿me acompañas?-

-Claro- respondió Éltria.

Estaban ya en el centro de Kerenia cuando se encontraron con un mensajero colocando la lista de "Las Candidatas".

Siempre eligen a las jovenes de alta sociedad- pensó Killaria.

Y eso en parte era verdad, las candidatas siempre eran las hijas de personas que ocupaban un gran puesto en la más alta clase de todo el Reino, luego de los reyes, por supuesto.

-Veamos el listado, quiero ver quienes serán las elegidas este año.- dijo Éltria.

-De acuerdo.- respondió Killaria desinteresadamente.

Una vez frente a el listado, a Killaria se le cayó su saco de dinero, esparciendo el dinero en sus pies. Inmediatamente se agachó y comenzó a recoger las varias monedas que se encontraban en el piso.

-Killaria mira esto.- dijo Étria claramente sorprendida.

-Aguarda, termino de recoger esto y lo veo.-

-Killaria...- repitió su amiga.

-Espera un momento ¿si? A menos que mi nombre esté allí ninguna de las candidatas logrará sorprenderme.-

-Es que si lo está, Killaria- dijo Étria todavía sorprendida.

-¿Como?- rápidamente se incorporó y comenzó a leer rápidamente el listado.

"El siguiente listado contiene los nombres de las treinta jóvenes candidatas que tendrán el honor de participar en las elecciones para ser la esposa de nuestro magnífico Príncipe Frauss. Las candidatas deberán presentarse con su documentación en el Concejo del Reino el día 20 del corriente. Ninguna de las candidatas podrá negarse a este honor, la única excepción será si ésta presenta un diagnóstico médico, si este caso se diera, se buscaría su reemplazo. Sin otro objeto saludamos a ustedes atentamente.
El Concejo del Reino.

Debajo de esto se encontraba el listado con quince nombres a cada lado y, claramente, el último era el suyo.
Lionzales Killaria.

No supo que hacer. Lo único que se le ocurrió fue soltar el dinero y salir corriendo hasta su casa, ignorando por completo los gritos de su amiga.

¿En que se había metido ahora?

Candidata a PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora