Parte 8 Ponzoña

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Al día siguiente, Draco una vez más se sintió enfermo, la urticaria, la piel roja e inflamada hablaban de una intoxicación por algún tipo de planta.

Antes de morir Blaise se había asegurado de que Draco enfermase, esta vez su vida no estaba en peligro, pero igual que siempre, el envenenamiento le hizo pasar un mal momento.

—¿Por qué no mueres? —Harry, sentado en la cama de Draco, olía la espada de Blaise que Ron le había llevado.

Draco se lavaba la herida en una pequeña tinaja en su cuarto, mientras Harry paseaba la mirada por el desnudo cuerpo que se detenía en la espalda surcada por cicatrices, moretones recientes y ahora el corte por donde entró el veneno. Pero sus curiosos ojos también vagaron por los hombros redondos, por la cintura estrecha, por las nalgas voluptuosas y respingonas, un par de firmes piernas delgadas pero musculosas sostenían ese esplendido cuerpo.

Draco completamente ajeno a aquella mirada empezó a explicar.

—Te he dicho que Lucius encerró a mi madre por ser un hada —Harry asintió—, Lucius no estaba seguro de si yo era un canal o no, pero mientras mi madre permaneciera con vida, no podría matarme y arriesgarse a provocar la ira de esta.

Draco secaba su cuerpo y herida mientras Harry luchaba por seguir el hilo de la platica y no solamente seguir el movimiento de aquella castigadora mano.

—Entonces el rey la mataría, así que como una forma de protegerme, trabajó un hechizo en donde yo no podría morir envenenado, por desgracia no aplica para heridas como la de la lanza —sonriendo, Draco se empezó a vestir—. Pero eso Lucius no lo sabía y casi logra matarme cuando lo vencí en una justa a los doce años, fue un combate cuerpo a cuerpo. Mi espalda —miró sobre su hombro y señaló con la cabeza hacia sus heridas—, me castigó con diez latigazos. Esa vez Severus me curó, pero tuve fiebres al igual que Lucius. Mi padre supuso que era por el hechizo que no morí.

Harry se levantó y acercó sus dedos a las múltiples líneas en aquella nívea piel, el pensar en un adulto golpeando a su propio hijo le enfermaba y Draco tenía el cuerpo de los varones de las hadas, delgado, pequeño, pero podía ser muy temperamental y agresivo si se le provocaba, compensando de esa forma su falta de altura.

Los ojos de Draco y Harry se encontraron, los mozos que atendían al príncipe pudieron leer la situación y de forma discreta salieron dejando a la pareja sola.

Harry sentía la respiración pesada, Draco torpemente desvió la mirada.

—Daré órdenes para que se prepare el lugar donde será enterrado Blaise.

Harry no se desanimó, sólo torció la sonrisa y acercó más su musculoso cuerpo hasta Draco.

—Me gustas, Draco.

La boca de Harry empezó a besar de forma reverente el cuello delgado del príncipe quien temblaba y se mantenía en una posición rígida, las experimentadas manos de Harry acariciaron el delgado cuerpo ya vestido con las calzas y la camisola holgada.

—Tu herida debe orearse o se infectará —susurró al oído.

Con ese pretexto tan malo Harry despojó a Draco de la camisola. Al ver el delicado y musculoso pecho, Harry sintió los labios picar ante el par de pezones claros que se mostraban delante de él.

La respiración de Draco era errática, las fuerzas de sus piernas se extinguían y creyó que caería al suelo cuando Harry le dio una lamida a la tetilla que ya estaba dura como semillita.

—Agárrate de mis hombros, Dragón.

Draco sonrió como bobo al escuchar el apodo que Harry utilizó.

DRACO, DESCENDIENTE DE LAS HADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora