Cada demonio tiene su ángel
Llovía, y ese día había recorrido el campus al trote, pensando que nada malo podría ocurrir. Hasta que se encontró de frente con ella... Y la miró a los ojos... Estaba llorando. Lloraba de forma desconsolada, como si la hubieran destrozado. Pero Annie Riley no lloraba por cualquier cosa. Lloraba por lo que valía...