Una maldita lágrima recorría tu rostro huesudo, al recordar aquellos momentos y entonces, te aferrabas las uñas a la carne, en un intento por mitigar tu dolor; llorabas y suplicabas, pero nada, nada, podía devolverte aquella vida que un día tuviste. Nada podía devolverte a tu pequeño hermanito de rubios cabellos; aquel niño que solía reír cuando le hacías caras chistosas, ahora no era más que cenizas en el viento, esas mismas cenizas que cuando salías al patio del campo a causa de las selecciones, podías ver bañar el cielo de Auschwitz. Un pequeño relato sobre el holocausto.