Cuando llueve en la ciudad pienso que puedo lograr escribir una canción, con el sonido del agua repiqueteando en las veredas grises y el olor a tierra mojada que llega a la ventana del décimo piso. Pero siempre está ella, de alguna manera siempre arruina mi clima de paz y tranquilidad. Sus comentarios despectivos, su música clásica y su balanza en el baño. Sus gritos a la madrugada porque aumentó dos gramos y sus "no voy a comer eso, le sale la grasa a borbotones". A veces me molesta, ella es la persona más pesimista de la tierra, y quizás por eso ella logra hacerme enojar. Pero sus labios, sus ojos, y quizás esa manera tan particular que tiene de hacer poesía con solo un libro en las manos, lograron que alguien como yo, que nunca se animó a los sentimientos fuertes, tuviese el deseo de querer escribir.