Rayos de sol se filtran por las persianas y ahuyentan los últimos fantasmas de la noche anterior. Otra noche dando cobijo a monstruos. Pesadillas que echaron raíces en mi mente, que clavaron sus espinas en mi piel y que sus hojas se pudrieron contaminando a la vez mi alma marchita. Espejos rotos y fantasmas que se escaparon de las grietas de paredes asqueadas por la humedad. Ojos que clavan sus miradas desde las esquinas del techo y voces que se escaparon de armarios vacíos y bailan por el aire al unísono del tic-tac del reloj en el que me ahorqué en una de sus agujas, y la otra se me clavó proclamando así mi muerte como una victoria del jodido tiempo que avanza a la vez que va alimentando el recuerdo con cada segundo que va echando de más.