Charlotte nunca había llegado a experimentar qué era lo que se sentía enamorarse, por el simple hecho de que ningún chico lograba llenar sus expectativas, que alimentaba día tras día leyendo. Ella quería ser amada de la misma manera que sucedía en los libros; ése amor que sobrepasaba barreras y podía con todo. A pesar de que las personas le dijeran que nunca llegaría alguien que la quisiera de tal forma, ella seguía con la certeza de que tarde o temprano pasaría, porque se lo merecía. Y... quizás un poco tarde, pero llegó él. De una simple casualidad surgió esa gran conexión entre ambos, un magnetismo que los obligaba a no querer separarse del otro nunca. Él llegó a su vida para enseñarle lo bueno y lo malo del amor. Que no todo era color rosa, pero que tampoco había mal que durara mil años. Los dos aprenderían del otro, y vivirían buenos y malos momentos que quedarían en sus recuerdos. Sus recuerdos bajo las estrellas.