Durante su entrevista de trabajo, Lea logró ver a alguien entre las grandes estanterías de la oficina. - Me disculpo por mi impuntualidad, padre. Ojos profundos, mirada penetrante, cabello del color otoñal, era perfecto. - Un placer, señorita Harper. Le debo una disculpa a usted también. Un leve tono rosaseo se posó en las mejillas de la muchacha. - El placer es mío, señor Greco... El único problema aquí es el pasado tan roto de Bastian Greco.