Viendo las viejas converse negras que calzan mis pies, pienso rápidamente en todo lo que ha pasado en mi vida, lo cual, yo creo que no es mucho, pero lo suficiente como para haberme hecho cambiar de la dulce inocencia de mis veinte. Levanto la vista hacia el aparente río calmado que atraviesa la ciudad, su movimiento tranquiliza mi mente. Es casi el anochecer, y aquí, en este hermoso río bestial, mucha de mi vida se vio muy agravada, pero el río tenía un encanto muy mágico, enigmático y era, sin duda, algo que extrañaba de aquí. Si bien había sido mi elección hace casi cinco años irme de aquí, no había duda que esto era algo tan precioso que me hacía sentir una gran nostalgia, una joya escondida entre dos ciudades vecinas. Le meto un enorme mordisco a la hamburguesa en mis manos y escuchó una agresiva voz masculina a mis nueve en punto: -Siempre comes mucho y jamás engordas, siempre me pregunto porque nunca lo hiciste. Suspiro. Esto no será tan difícil, ¿o si?