Los árboles de plástico sobre el escenario pueden decirnos que se trata de una obra de teatro, pero esto no es un sueño... es un mundo falso y medio muerto, donde las personas que quedan se ocultan en edificios y casas hechas de vidrio, se enamoran de la vista y de las cosas que los demás tienen en sus manos. Se las arrebatan y los perturban. En esta historia, nadie perdona, todos lloran y algunos gritan. Las cosas jamás se destruyen, sólo desaparecen. El plástico es más duro que la carne, y donde fue colocado se va a quedar... hasta que ya no quede nadie, de nuevo, en este lugar. . . Fotografía por Slevin Aaron. Edición por Rosa López.