Harry siempre había tenido una gran fascinación por su asistente, Louis Tomlinson, un muchacho que empezó a trabajar para él no hacía más de dos años. Le llamaba poderosamente la atención cómo el chico se movía en la oficina y cómo siempre estaba al tanto de todo. Era una comparación extraña la que tenía Harry, pero si en algún momento pensaba en morir, Louis ya tendría la soga en su cuello; así de rápido y eficaz era. Entonces, él mismo no podía culparse cuando pensaba que Louis era su favorito. Deseaba probarlo y ese deseo se le iba a cumplir, aunque ni él mismo lo creía posible.