Esta carta es una oda a lo que fuimos, a lo que somos, a lo que pudimos ser y a lo que jamás seremos. Es mi manera de deshacerme de las hilachas descosidas del infierno en el que vivimos por tantos años. Porque te amé. Porque te odié. Porque aún hago ambas cosas, incluso después de haber sido cómplice en tu muerte. Con esta carta pondré sal sobre cada una de las heridas que me hiciste y reabriré hasta la última cicatriz que me dejaste. Y, cuando ponga el punto final, arrojaré el manuscrito a la hoguera y, por fin, seré libre de ti.