XVI

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 Déjame asesinarte con palabras.

Tú mataste mi alma, no mi cuerpo. Yo quise matar tu cuerpo y no lo permitiste. Sospecho que tu alma es inmortal y que sigue adentro mío, tratando de comerse cualquier vestigio de humanidad que me quede.

Vete. No a medias, sino por completo. Desaparece. Deja que, al menos, te olvide. Ruego que al acabar esta carta el fuego queme los recuerdos de tu existencia y del tiempo en el que vivimos bajo el mismo techo. Ya no tolero el veneno de tu enfermizo cariño recorriendo mis venas.

Siempre soñé con matarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora