Era un chico, pelo castaño, mejillas abultadas y ojos delineados. Min Yoongi lo supo por la mirada descarada que le obsequió. Tenía una guitarra en el regazo y acomodaba una gorra en el suelo que contenía dinero. Rescató un poco de su pésimo miércoles con esa sonrisita que no podía ser legal si le llegaba hasta a los ojos, si los hacía desaparecer, y no tuvo más remedio que encogerse en sí mismo. -Por cierto, dime Jimin. -Encantado, Jimin.
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