Cuando entró al departamento, Makki no corrió a recibirlo, y eso era raro porque Makki lo adoraba y nunca dejaría de ir a verlo nada más llegar.
Eso hizo que se pusiese alerta.
Eso, y los sonidos ahogados que venían del baño.
La casa de Jimin tenía muy pocas paredes; las de la cocina, la habitación, y el baño, y eso facilitaba que los sonidos llegasen a cada rincón de ella casi con la misma intensidad.
Oyó largos, bajos y ahogados gemidos.
Gemidos de hombres, sofocados y casi tan densos como el ambiente en sí.
Se acercó con el corazón latiéndole en la garganta, sin saber si había cerrado la puerta que daba al pasillo del edificio, pero le dio igual.
Cuando llegó y abrió, la escena lo golpeó como una bala a quemarropa.
Casi podía oler la pólvora y la sangre.
Jiro estaba detrás de Jimin, tomándolo de las caderas, y el menor se apoyó sobre los azulejos blancos y gritó algo, algo como «Más».
Ambos estaban de espaldas a Yoongi, pero Jiro fue capaz de escucharlo y torció la cabeza, mirándolo y sonriendo como el hijo de puta que era.
— ¿Creías que aquí estabas a salvo, Yoongi? ¿Eso creías? —hablaba y embestía, y Jimin no miraba a Yoongi. Sólo suplicaba más—. No hay nada completamente tuyo, nada que no podamos corromper. Nada —y rió. Risa de payaso, de película de terror.
Risa de pesadilla.
Y justo eso lo despertó. Estaba sudando y tenía el corazón casi en la punta de la lengua, listo para saltar.
Dio un tumbo en la cama, y se aferró a lo primero que encontró; las sábanas, el colchón, un cuerpo caliente.
—No, no, no, no. Tú no. Por favor, por favor.
Yoongi no era más que un amasijo de cabello, lágrimas, sudor, y «No, no, no, por favor. A ti no, Jimin».
No sabía dónde estaba, casi no recordaba, pero entonces alguien se volteó a su lado, alerta. Ese alguien fue Jimin, y el rubio quiso morir sin más.
Iba a tenerlo.
Iba a tener puto un ataque de pánico ahí.
Podía sentirlo cosquilleando en sus dedos.
—Shhh, tranquilo. ¿Qué pasa?
Jimin, con los ojos libres de maquillaje, apenas abiertos, bóxers blancos y el cabello desordenado cayéndole libre sobre media cara, el pecho y los hombros envolviéndolo en un abrazo. Estaban sentados en la cama, y cuando lo abrazó, Yoongi pensó en volver a respirar.
Hundió la cabeza en su hombro y respiró, lo intentó, de verdad lo intentó, pero el sueño, y Jiro sobre su piel...
La presión sobre su pecho no desaparecía.
— ¿Qué pasa? ¿Qué era? Cuéntamelo, vamos.
—Yo... tú estabas... y él te... mierda, no, tú no, Jimin, tú no... no puedo... respirar.
Y era verdad, a pesar de que olía a miel, a mañana, a avena y estaba calentito, Yoongi no conseguía respirar. A pesar de que una mano subía por su espalda, como un bálsamo tranquilizador. Simplemente no podía.
—Eh, eh, mírame.
Jimin lo separó un poco de sí y lo obligó a establecer contacto visual, pero el rubio no conseguía ver nada. El aire no pasaba del entorno a sus pulmones por más que lo intentase, y si lo estaba haciendo, no podía notarlo.
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Encantado, Jimin [YoonMin]
أدب الهواةEra un chico, pelo castaño, mejillas abultadas y ojos delineados. Min Yoongi lo supo por la mirada descarada que le obsequió. Tenía una guitarra en el regazo y acomodaba una gorra en el suelo que contenía dinero. Rescató un poco de su pésimo miércol...