¿Cómo empezar a escribir, cuando las palabras se sienten tan pequeñas, que los sentimientos no caben en ellas, cuando las letras se vuelven insuficientes a los susurros del alma, que llora y se lamenta silenciosa, al no tenerte a mi lado esta noche? Hace frío, aunque la primavera comienza a inundar el aire con su aroma y sus colores. La noche me parece inmensa y mi cuarto más aún, al no verte recostada en la cama, esperándome. ¿Por qué te escribo? Porque te extraño. Sólo por eso. ¿Sólo por eso? Es una razón bastante poderosa, pues siento que me ataste el corazón a una cuerda y lo arrastraste contigo cuando te marchaste, porque tú eras su reina, y aún ausente, gobiernas en él a voluntad, te lo llevaste contigo dejándome solo, en la nada, en el vacío que dejan los besos que no alcancé a darte y cuyo sabor mis labios aún desean probar. Musa de mis sueños, ¿cómo decirte que te amo, si, no estoy seguro de ello? ¿Cómo se puede afirmar que es amor lo que siento por ti, si se siente más fuerte que eso? De nuevo las palabras no me alcanzan, no suplen lo que esconde mi corazón, porque el amor queda pequeño en mi alma, porque es algo más inmenso, más profundo y eterno, que no se marchita ni muere con el tiempo. Mi hada de ensueños, ¿cómo no anhelar tu compañía en una noche como ésta, en la que podríamos estar viendo juntos la luna, que acompañó tantas veces nuestras noches, aquella luna, la única testigo de nuestro amor? ¿Cómo no anhelar tus manos, tus besos, tus ojos de esmeralda? ¿Puedes responderme desde donde estás?
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