alberich-
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Es la noche calmada, tan común como cualquier otro dia. Se escuchan vitores y risas dentro del Obsequio del Ángel, bullicioso ante los borrachos y celebraciones sin sentido. Entre ellos, hay un capitán de exótico actuar, bebe y rie ligeramente como si en realidad sintiera diversión por lo que sea que esten diciendo sus acompañantes. Aveces se le puede encontrar desviando la mirada, ¿a quién? cualquier solo pensaria que está cansado de las tonterías de los borrachos, pero después vuelve a su sonrisa gatuna, ronroneando por la atención del grupo. Desafortunadamente, poco a poco se van llendo, y Kaeya ha hecho algo fuera de la rutina. Es común verle siguiendo a sus compañeros de copas, quizá les interroga en privado, tal vez hace cosas más divertidas o simplemente se retira a su casa, ¿quién sabe? es un misterio. Pero esa noche en particular, se ha quedado ahi, paciente a la espera de algo que solo él es consiente. ──Deberias... colocar una nueva decoración, ¿sabes? Las lucettas serian un adorno muy lindo. ─No hay nadie, casi es hora de cerrar. Debería irse, y no obstante, ahora está sentado frente a la barra, directo a quien un dia llamó hermano jurado.
-diluccccc
Un pequeño tic en su ojo se hizo aparecer cuando pudo sentir el aroma del vino de dientes de león proveniente del peliazul, denotando que, sí: Kaeya estaba borracho. Con tantos años de experiencia, ya no necesitaba el actuar de una persona para determinar si estaban embriagados o no. Aunque, en realidad. . le dolía un poco que le estuviera hablando de estas cosas en tal estado. Al menos si estaba tan borracho, no recordaría aquella conversación, ¿no? Suspiró nuevamente y terminó de limpiar la barra: así que cambió a un trapo limpio y agarró una jarra de cerveza sucia que había, y un sonroso se avecinó a sus palabras. Aún así, trató de retener las memorias cálidas de su infancia, continuando la conversación. — No veo a que viene esta charla si solo te vas a burlar de cuando era un infante, Kaeya. — respondió con cierta seriedad forzada, pronto tomando otro vaso que estaba sucio para empezar a lavarlo. @alberich-
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alberich-
Mirada iluminada por las estrellas no es capaz de dejar que el sol frente a él se pierda entre la neblina, Kaeya admira a su contrario, desde las manos que limpian dilingentemente hasta las pestañas bien cuidadas del magnate. Todo un niño bonito. Ha suspirado, mas suena parecido a la exhalacion divertida ante algun pensamiento burlon que surca la mente tupida en planes y travesuras. ──Eso me recuerda a.. ¿como se llamaba? ──parece meditar, ajeno al hecho de que deberia irse de una vez. Pero conociendole, no lo hara sino hasta que Diluc se encienda cual fosforo a mitad de cuevas humedas. ──Oh, lirios de cristal. Una vez vimos uno, ¿no? ──¿esta borracho?, hay aroma a vino en su persona, sin embargo, Kaeya es tan bueno fingiendo que las palabras siguen siendo tan fluidas como si lo fuera en sobriedad. ──Lo intentaste hacer florecer, y cuando lo lograste, pfft. . . eras un bebé.
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-diluccccc
La brisa helada que entraba dentro del bar que manejaba estaba basado en como mantenía las ventanas abiertas, principalmente para deshacerse de cualquier mal olor que pudiera haberse acumulado durante la noche antes de cerrar su bar (ya había tenido experiencias con eso y prefería no repetirlo) y este se dedicaba a limpiar la barra del bar. Era. . una alegría para él el hecho de que ya no había algún borracho que estaba molestándolo a él o acosando a otros clientes. Pero, de todas maneras. . Sabía que esto era solo el final del hoy, nada aseguraba que no le volviera a suceder mañana: siempre es duro tener que romper una pelea de bar. El sonido de las cigarras pronto empezó a resonar un poco más fuerte en sus oídos que el sonido del paño húmedo frotándose contra la madera, como si el pelirrojo estuviera tratando de encontrar algún sentido de paz, o descanso. Porque, bueno, incluso él admitía que estaba sinceramente agotado tras esto; pero aún no iba a darse el placer de dormir, no hasta que haya cumplido su deber como protector de Mondstadt, lejos de aquellos 'confiables' caballeros de favonius. Sin embargo, cualquier pensamiento se disipó de él cuando escuchó aquella voz tan llena de confianza y que conocía como la palma de su mano: suspirando a su sugerencia. — Es difícil mantener plantas dentro del bar. — comentó sin levantar su mirada para mirar al hombre de tez morena, dirigiéndose a limpiar otra zona de aquella usada y gastada barra. — La cantidad de sonido que generan las personas las termina agotando. @alberich-
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