Era un día lluvioso y frío, el clima había cambiado repentinamente para mala suerte del samurái, que había salido a pasear un rato por la ciudad. No le agradaba la idea de quedarse ahí hasta que la tormenta se detuviera, pues era notable que eso iba para horas.
La casa Keneth estaba algo cerca, por lo que decidió caminar hasta ahí cuidándose de no mojarse bastante,, aunque al final no pudo evitarlo, unos maullidos captaron rápidamente su atención, por lo que su camino se desvió para seguir aquel sonido.
Tiempo después se encontraba en la puerta de la casa del dictador, completamente empapado y con una caja en sus brazos, la cual cubría con su haori para intentar conservar el calor de los pequeños seres con este. No podía abandonarlos por ahí,, así que decidió adoptarlos, al menos hasta conseguirles un buen hogar.