No nací para la escritura. Las palabras hechas ovillo en las mentes pequeñas y vueltas cobija; en las grandes, siempre tejidas en un patrón (suave o desastroso) por los mismos cerebros cansados de tener ideas demasiado buenas o terriblemente malas. 

Las letras están siendo despachadas de los sesos marchitos. Comienzan a ser soltadas en un mundo donde nadie las aprecia, construye y les da el sentido artístico que merecen. No nací para la escritura, nací para acoger a las palabras, no dejarlas morir, pero estas me han jugado sucio haciendo de mí algo que no debí aceptar y ahora me ha tomado por completo. Ser escritora puede que no sea mi destino, pero es lo que soy, sin importar el papel que me imponga la vida.