¿Jamás haz sentido la adicción de hacer pensable todo lo existente? Está ha sido la mía desde hace poco tiempo; querer plasmar existencia en palabras que me den camino a nuevas palabras para describir algo tan sencillo o complejo como nosotros mismos. 
Quisiera darte mis ojos para que veas mi perspectiva de la misma imagen subjetiva que vemos todos; vida. Aquellos ojos son de razón, pues me daría vergüenza no respetar la verdad cómo límite de mis descripciones. Decir la verdad es una virtud que se encarga de engendrar el juicio sano; la madurez.
Anhelo el día en que dejemos de subestimar o sobrestimar todo y así poder enfocarnos en el hedonismo razonable, en la felicidad noble y en las desdichas interesantes, pues aquellas son las bases de mi amor por la vida ¿Podrás decirme cuáles son las tuyas? 
Todo aquello que he escrito no son más que afectos por la vida, pues al apreciar y despreciar muchas de las cosas existentes, hace que tengamos más interés en estar vivos para seguir apreciando y despreciando ¿Podrás decirme cuál es tú modo de amar a la vida?
Quisiera que al darte aquellos ojos haga que ésta soledad en la que me he tenido que cubrir en varias ocasiones sea compartida de vez en cuando por oídos que oigan, por un juicio sano y por palabras que expresen lo antes impensable; una soledad compartida con un amigo. No quisiera compartir mi soledad con oídos sordos, pues no escuchan a nadie ni a ellos mismos. No quisiera estar a lado de un juicio insano, pues estaría destinado todo a la mal interpretación. Tampoco quiero oír palabras ya antes pensadas, pues ¿De qué sirve oír lo antes ya entendido, sino para hartar?
Deposito en ti lo más sagrado que tengo hasta ahora; mis ojos.