Me gustas y no puedo expresártelo bien. Me pone muy nerviosa tu tacto, siento que tus dedos queman los míos en una llama abrasadora que logra ponerme la piel china. Tus ojos se vuelven más bellos cada vez que los vuelvo a ver y tu voz, tan melódica y suave, se convierte en un canto que me atrae cada vez más a ti. Tu existencia misma me hace aterrarme al darme cuenta que vulneras mi fachada de alguien fuerte, volviéndome un cúmulo de sentimientos que no logro desenredar. Me da miedo verme débil ante ti, que te des cuenta que mis acciones significan más que amabilidad. Me aterra que te alejes de mi y que tus ojos se vuelvan un recuerdo difuso en mi memoria, que tu perfil se vuelva el de un desconocido y esa voz que tienes no vuelva a pronunciar mi nombre, que esa mano tan fría que busca mis dedos, se vuelva un fantasma en mi piel.
Te miras tan cerca de mí, que busco deliberadamente alejarme, como si tu persona consumiera la mía y me hicieras desnudarme de la forma más humillante posible. Porque no puedo ocultar entre joyas brillantes y maquillaje exagerado lo mucho que me gustas y me haces sentir, que si me pidieras ver, te daría mis ojos y si quisieras sentir, te daría mi corazón.